Evelina Cabrera: “Llevé y llevo la vida de un montón de pibas”

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Ni víctima ni heroína. De vivir en la calle a disertar en la ONU. Recibió la mención por parte de la embajada de Francia y el Studio Harcourt como una de las 100 mujeres que cambian el mundo. Asegura que aquellos reconocimientos son un mimo, pero que la felicidad pasa por la ayuda a quienes más lo necesitan. Gracias a la labor al mando de la Asociación Femenina del Fútbol Argentino (AFFAR), genera un sentido de pertenencia en muchas chicas de todas las edades: “Me pone muy feliz porque no es solo un reconocimiento personal sino que es el trabajo de varias y a mí me toca dar la cara”. Su nuevo libro, “Altanegra”, es un repaso de su historia y su lucha personal, pero como destaca, es una historia de muchas, y Evelina cuenta su parte.

Comenzó jugando al fútbol pero una lesión la obligo a abandonar. Luego comenzó a dar clases como entrenadora. “Empezamos muy de abajo, casi no teníamos materiales para entrenar”, más tarde, por un problema personal de una jugadora que no fue ayudada por su club, encabezó el proyecto de la Asociación femenina de fútbol, de la cuál hoy es  Presidenta. Escribió dos cuentos en la saga de libros “Pelota de Papel”: “Amor a escondidas” y “Del 86”. Fue reconocida por la revista The Economist como transformadora social. Entrenó a mujeres no videntes y actualmente a mujeres presas del Penal 47 de San Martín.

Por: @Agustinpalmis@Globalonet.web


Pasaste por situaciones complejas a lo largo de tu vida ¿Cuándo mirás para atrás sentís que te sirvió?

No tomo dimensión de las cosas del pasado. A todos la vida nos va formando. Lo que vamos transitando sirve para formarte y desarrollarte. Es una manera de plantarme en la vida y seguir adelante, no me quedo con nada y sigo. No lo veo desde el lugar de la bronca, la tristeza o la alegría, directamente sigo adelante. Me planto desde ese lado.

Lo que contás se enfrenta con los ideales de la meritocracia…

La idea de la meritocracia me parece una estupidez. Entiendo que algunos les sirva ese discurso para algunas cosas. En el libro hablo de todo eso. De que las cosas pueden salir mejor. Que se puede ayudar a mejorar la vida de otras personas, desde lo social, de una manera colaborativa y cooperativa que implica que cada uno pueda hacer cosas que creía no poder por falta de oportunidades.

¿Cómo llega el fútbol a tu vida?

Yo fui jugadora de fútbol. Un problema de salud me obligó a dejar. Decidí ser entrenadora. Empecé en un playón del Tigre a dar clases de actividad física y fútbol. Ahí empezamos, ese fue mi comienzo. Me acuerdo que teníamos solo un par de pelotas pero no teníamos ni conitos.

¿Cómo fue el génesis de AFFAR?

Todo el mundo se quejaba. No me cae bien la gente que se queja y no acciona. Decidí con otras compañeras armar la Asociación. Primero todo el mundo me decía que no. Con tiempo y esfuerzo pudimos generar este marco donde le podemos dar entidad a una lucha y responder a la necesidad de poder desarrollar un espacio para las chicas federadas y no federadas.

¿Cómo fue la inserción de AFFAR en un ambiente tan machista como es el fútbol?

Al principio trabajábamos con el viento en contra. En muchos lugares nos decían que no por el hecho de no ser parte de la AFA. Cualquier excusa era buena para no abrirnos las puertas. Después de diciembre del 2019, empezamos a ser miembros de la AFA, la situación cambió.

¿Qué proyectos trazan dentro de la AFFAR para este año?

Queremos interactuar y relacionarnos más con los clubes. Queremos ir a los clubes y que no nos cierren las puertas. Ese es el desafío, empezar a construir en conjunto y desarrollar acciones. Será un año para empezar de cero, desde un nuevo escalón.

¿Se está gestando un fútbol más plural y con acceso a todos?

Sí por supuesto, celebro que haya más voces y que haya nuevas referentes. El fútbol empieza a ocupar nuevos espacios. También las chicas empiezan a interesarse desde más pequeñas. El movimiento feminista hace que se ocupen espacios que antes eran impensados y el fútbol no escapa a esta lógica.

A pesar de que está creciendo un montón, falta mucho para que hayan mujeres que ocupen espacios en la toma de decisiones. Ahí es donde vamos a empezar a ver un cambio de verdad. Esto no quita que haya un gran cambio. Hoy hay muchos lugares donde se practica la actividad, en espacios en los que antes son se podía.

¿Cómo te llevás con el lugar que ocupa tu historia en los medios?

En el libro hablo de que no me gusta hacerme la víctima ni la heroína. Para la prensa más amarillista mi historia se vendía como la historia de “la piba que salió de la nada, que fue trapito, vivió en la calle y ahora es Presidenta de una Asociación”. Por fuera de ese encasillamiento hay una realidad, llevé y llevo la vida de un montón de pibas.

En 2001 había un 50% de personas bajo la línea de la pobreza y yo era una de ellas. Viví un montón de cosas que, después de 20 años, veo que se repiten. Creía que lo que me tocó vivir era algo de otro tiempo. Al momento de recorrer el interior veo que suceden las mismas cosas y que hay mucha gente con necesidades. Hablo con las pibas y me dicen que les hago acordar a ellas. A mí me tildaban de “negra de mierda”, a muchas las tildan igual hoy. Los que tenemos un poquito de visibilidad somos responsables de dar un mensaje positivo, siendo conscientes de que lamentablemente tenemos una sociedad que nos marca y nos quiere encasillar en ciertos lugares. Nos quieren hacer pagar el doble. Por eso detesto la meritocracia. Eso lo puedo entender en una empresa donde trabajan personas en igualdad de oportunidades. Es diferente cuando sos chico y para lograr tu sueño tenés que decidir entre trabajar y estudiar. Si vas a estudiar no podes comer. Vivimos en un sistema un poco perverso. La realidad es que llevo un montón de secuelas de las experiencias que me tocó vivir, que no estuvieron buenas, son cosas que lleva uno de los golpes que te da la vida.

¿Cómo surge la idea de escribir el libro?

Desde muy chica tuve la idea de escribir un libro, lo que no sabía era de qué. Por otro lado me venían diciendo que tenía que escribir mi historia y no lo hacía. Una persona me dijo que iban a hacer mi historia en la televisión y no me pareció bueno porque no me habían consultado nada. Ahí decidí escribir mi historia yo misma sin que la cuente otro. Me puse a escribir, con mis cosas buenas y mis cosas malas.

Siempre hacen biografías de personas muertas y van tomando información que a veces te preguntas si es cierto. No quería eso, creí necesario mostrar mi punto de vista, contar cómo fue transitar diferentes vivencias y puntos de vista y sobre cómo me tocó pararme ante ciertas circunstancias. También me sirvió para sacarme ese estigma “de que estuve en la calle”. En el libro trato de dejar plasmado eso, para poder mostrarle a una parte de la sociedad que es esquiva a ciertas personas, que no se generan oportunidades para todos. Quiero contar cómo se transita en la vida con las “marcas” que te ponen.

¿Mucha gente puede sentirse identificada con tu historia?

Diferentes personas pueden sentirse identificadas. En lo particular me pasa con el fútbol, lo veo como algo totalmente equitativo desde el lugar del juego, porque tenés la misma camiseta que tu compañera y no le preguntas  la religión o lo que sea, directamente le pasas la pelota y listo. Por otro lado lo que busqué es darle a alguien lo que a mí me hubiera gustado que me den, más allá de las cuestiones deportivas para mí lo más importante es poder ayudar a las chicas a que tengan un lugar de pertenencia y contención.

¿Duró mucho el proceso de escritura?

Fue un proceso difícil y tuve que invertir mucho pagándole a la psicóloga (risas), llegué a ir 2 o 3 veces por semana porque al escribir cronológicamente volvía a ciertas etapas y fue duro. Escribir sobre algunas cosas me retrotrajo a esos momentos, a revivirlos, acordarme de cosas que no me acordaba, incluso pensar que me había pasado algo a una edad y recordar que me había pasado de más chica. Cuando empecé a sacar todo en la escritura empezaron a surgir recuerdos que me producían un bajón. Por otro lado estoy en un proceso de aceptación con eso. El hecho de escribir y publicar el libro hace que no termine de darme cuenta todo lo que viví, es un flash leerme así. Todavía estoy en ese proceso de aceptarlo y aceptarme.

¿Leíste el libro terminado y sentiste algo diferente a cuando lo escribías?

Fue duro porque uno toma cosas de los medios y piensa en cosas sobre lo que le tocó vivir a otro y dice “uy, qué bajón”, o cosas así sobre el otro. En lo personal, sabía que no quería publicar algo con un mensaje de “mirá lo que era y como resurgí”, ni en pedo. Cuando lo leí terminado era empezar a pasar las páginas y parar porque fue duro. Me ponía muy sensible, y como hablábamos al principio sobre mirar el pasado, es un escudo no mirarlo y seguir caminando hacia adelante. El libro me hizo volcar todo lo que me pasó y que todo forma parte de mi trayecto y no puedo ni quiero esquivarlo y también es un proceso de maduración.

¿Qué lugar ocupa la sensibilidad social como motor para lo que empezaste a construir?

Podría estar en una oficina sentada, y aún así decido ir al penal todos los miércoles a dar clases de fútbol a chicas presas porque me interesa ayudar al otro. Recorrer el interior del país y ver qué necesidades tienen me sirve para poder conectarme con la gente y ver cuáles son sus necesidades. Eso a me apasiona porque es una mejor manera de conectarme con la realidad. El libro, la Asociación, las redes sociales, con las que me tuve que amigar, son formas de conectarme con personas a las que no tenía acceso. Tengo 33 años y volcar las vivencias de mi vida y poder ayudar a otro forma parte de esa sensibilidad. Cuando veo nenas chiquitas en situaciones difíciles pienso que soy yo en ese entonces, y trato de estar ahí y hablarles para que no dejen de estudiar. Sobre todo porque hay edades que son quiebres, yo me fui de mi casa a los 13, y es lo que a mí me pasó, pero yo no quiero que otra persona pase por lo mismo ni mucho menos. También en el relato busco eso, resaltar la importancia de la formación y la necesidad de saber cuáles son los derechos de uno porque mientras más ignorante es uno, más se pueden aprovechar de vos. Pienso que la educación es lo más importante y el deporte sirve como motor para contribuir a la educación.

Colaborás dando clases de fútbol en las cárceles y también lo hiciste con chicas ciegas ,¿con qué realidades te topaste? 

En los diferentes lugares donde hemos desarrollado la actividad, ya sea con el fútbol ciego, en los penales, o con el fútbol convencional, siempre hallé como factor común que todas eran discriminadas por el género. Porque más allá de cualquier discapacidad o impedimento, en los casos del fútbol ciego o las chicas presas no tenían espacio recreativo para hacer deporte solo había espacio para los hombres. Desde ese lado te das cuenta que hay un esquema donde la mujer no puede desarrollar ciertas actividades. Entonces, más allá de una cuestión de lucha y de buscar equidad, me di cuenta que el trasfondo es más profundo. El hecho de ser mujer te aleja de ciertas prácticas, actividades y privilegios.

¿Es el fútbol un igualador social?

Sin dudas, porque te hace compartir. Hace que muchas personas obtengan ahí el lugar que quizá no lo tienen en la casa. Hay muchos casos donde los padres tienen un montón de trabajos en negro para poder llevar un plato de comida, no están nunca en la casa y el chico o la chica encuentra en el fútbol la contención. El fútbol es la excusa perfecta. Para mí fue este deporte pero podría haber sido cualquier otro. A mí me apasiona eso y además de encontrar un montón de valores me permitió relacionarme y conocer a un montón de buenas personas. Me pasó de ir a distintos clubes y ver que dentro de un equipo había chicas de distintas realidades sociales y se generan amistades donde en otros contextos quizá salen los prejuicios de la “negra” o la “cheta”. El deporte es la excusa perfecta para enseñar normas y valores claves para el día a día, tanto en lo social como en la actividad. Además veo cómo se lleva adelante el trabajo en distintos puntos del país y me llena de orgullo.

¿Buscan desarrollar otras áreas a partir del deporte?

Sí, para nosotras es importante darle lugar a la parte infantil generando también educación sexual y educación sobre la violencia de género. Eso es lo principal, porque por cuestiones económicas o lo que sea, no tienen la contención en la casa. En un equipo, con las compañeras, en un lugar recreativo podés encontrar esa guía que te forme como persona más allá del deporte. Eso es lo más lindo que tiene el fútbol.

¿Cómo fue dar una conferencia en la ONU y recibir los reconocimientos por tu labor en la igualdad de género y la inclusión?

Me pone muy feliz porque no es solo un reconocimiento personal sino que es el trabajo de varias. A mí me toca dar la cara y somos muchas las que estamos detrás contribuyendo mediante el deporte a la sociedad. En cuanto a lo personal es un mimo que me emociona y me hace vibrar. Cuando viene una nena y me dice “gracias” o que me escriban una carta me hace muy feliz. Me hace tener cara de feliz cumpleaños mucho tiempo. Eso me puede más que cualquier cosa. Por ahí la gente no le da la relevancia que para mí tiene pero es lo más importante y me motiva para seguir adelante y saber que vamos por el buen camino.

Agustín Palmisciano.