El día que un partido paró una guerra

Siempre decimos que el deporte es una fuerza social que puede generar momentos históricos ¿Exagerados? Bueno, vamos a darte un ejemplo más a través de estas líneas. Y agarrate de donde puedas, porque esta historia que te narraremos es sobre un partido de fútbol que detuvo un eventito, una cosita insignificante llamada posteriormente Primera guerra mundial.

Por: @Ezequiel_Olasagasti@Globalonet.web

En diciembre de 1914, pocos meses después de que se iniciara la denominada Gran Guerra. La primera, esa que no tiene tantas películas ni marketing. Se desarrolló un combate en la localidad de Ypres, Bélgica que, debido a las nuevas formas de combate las milicias no estaban acostumbradas, se había estancado.

Nos gusta pensar que la noche nueva de los años posteriores a esta guerra un abuelo junto a sus nietos contaba lo que allí paso. Tal vez ese abuelo sea el soldado Willie Loasby, que estuvo en el lugar, y quien relato todo lo acontecido a su madre en una carta de navidad. Lo más probable es que el bueno de Willie no haya sobrevivido teniendo en cuenta que en la guerra fueron más de 673 mil los soldados muertos o desaparecidos. Pero acá nos gusta imaginar que está ahí, en la cabecera de la meza contando el partido que detuvo la guerra, e incluso, nos la jugamos que metió un gol.

Pasaban las once de la noche del 24 de diciembre. Los soldados comían, se curaban las heridas, fumaban, frotaban sus pies casi negros de arrastrarse en el agua de la trinchera o le escribían una carta a mamá por las fiestas, como el bueno de Willie. Era la ventaja que les brindaba el momentáneo cese al fuego por la reorganización. De repente el bando inglés escucha voces, todos tomaron sus rifles. Notaron omo suenan cantos, una canción que conocen de melodía, pero no llegan a entender porque esta cantada en alemán.

Sólo notaban que repetían estribillo Stille Nacht. Hasta que algún bilingüe les dijo que la canción era un villancico, Noche de paz para ser más precisos. Los ingleses salieron de sus hoyos entonando canticos navideños en inglés. Los jefes estaban demasiado ocupados con sus tácticas para fijarse como los soldados ingleses correspondían la oferta de paz de, quienes hasta hace unas horas, tenían un blanco pintado en la frente a donde debían apuntar. Y cuando los ratones no están… así fue como se declaró lo que después se conoció como “La tregua de navidad”. Durante algunas horas (incluso días en algunos casos) ambos lados de la mecha se apagaron en varios focos de combate cercanos a Ypres. Al principio todo fue cauto. Un alto a las hostilidades por la fecha que se conmemoraba. Pasaron luego entregarse mutuamente a los caídos para darles cristiana sepultura. A medida que pasó el tiempo, entablaron conversaciones, comida, tragos, regalos y pone el café que la joda da para largo.

Como todos amantes del deporte que leen aquí, y las amantes también, hemos escuchado la frase “Esto es a matar o morir” cuando se habla de un encuentro deportivo. Esa o sus similares: “Deja la vida”, “El del otro equipo es tu enemigo”, “Esto es por el orgullo del país”. La escuchamos de nuestros padres, de nuestros entrenadores, de nuestros compañeros de equipo o de algún tío molesto que venía a vernos a la cacha un fin de semana.

Avanzando más en la historia te vas a sentir un boludo por haberlo considerado siquiera.

Aunque no todos los lugares de la tregua fueron tan amistosos. Algunos solo se saludaron como saludas al vecino que te cae mal. El jolgorio permitió que los alemanes les propusieran a los ingleses jugarse un picadito. Ese “Esto es a matar o morir”, que decís sentado en el sillón de casa, con el aire un 24 y tomando un fernet ¿no? Para vos es una guerra. Ese partido para estos muchachos era la muestra más cabal de la paz. Ese partido sería el lugar donde más iguales serian todos. No hay idiomas distintos, no hay armas más que las gambetas, no hay botín más que el que se imaginan que tienen en los pies. Los únicos disparos serían a un arco improvisado en una chancha sin límites fijos y con la tierra aún blanda por la sangre de los muertos del día anterior.

Resulta cómico pensar que fueron los alemanes los que invitan a jugar al deporte inventado por los ingleses. Aunque tiene sentido también porque, como dice el dicho futbolero: “El fútbol es un deporte que juegan once contra once y que siempre gana Alemania”. Otra sería la suerte en la batalla para los germanos pero, al menos en ese partido, dice la leyenda que ganaron 3 a 2.

La tregua no duró mucho más que unos días. De hecho, no se les permitió a los soldados volver a bajar las armas en los años que prosiguieron a la guerra. Todo se recrudeció y ese espíritu de camaradería que afloró en los primeros días de la guerra se transformó en un odio irreconciliable alimentado por los líderes de las campañas.

En el año 2014, la UEFA organizó un homenaje por cumplirse 100 años de aquel heroíco partido de fútbol. A medio camino entre Ypres y Comines-Warneton se irgue ahora una pelota de canto a modo de escultura que honra a los soldados que vivieron la conmovedora “Tregua de Navidad”. Los ingleses también poseen una escultura que recuerda el hecho en el Britannia Stadium, cancha del Stoke City. Se llama All together now, en ella, hay un soldado inglés y uno alemán dándose la mano con un balón de fútbol de por medio.

Nos gusta imaginar que el nieto del soldado Willie Loasby reunirá a sus propios nietos en estas navidades en el salón más grande de la casa. Nos gusta imaginar que les contará la historia de cómo su abuelo peleó en la Primera Guerra Mundial, y jugó el partido de “La tregua de Navidad”. Incluso nos gusta pensar que va a decir que metió un gol. Aunque nunca nadie se lo haya confirmado o, incluso, sabiendo que no pasó. Pero no podemos evitar imaginar que en algún momento el descendiente de Willie va a decirle a sus nietos: “Igual, los alemanes nos robaron el partido. No nos cobraron un penal”.

Ezequiel Olasagasti.