Carta abierta a Diego Armando

Mi nombre es Agustín Palmisciano, soy periodista y llevo adelante este medio junto a 3 maradonianos como yo. Describirse así no significa reconocer solo las cosas positivas del eterno 10 argentino. Sino que, es llegar a la conclusión de que, con sus defectos y virtudes, Diego fue nuestro superhéroe más querido. En mis entrevistas, priorizo siempre la palabra del otro, la del protagonista, eligiendo la historia como el hecho más importante. Pero hoy tengo que escribir lo que siento.

Por: @Agustinpalmis@Globalonet.web


El 25 de noviembre pasa a la historia en nuestro país. Es una nueva fecha que recordaremos junto a otras, como el 17 de agosto y el 20 de junio. Se nos fue Diego, pero seguirá estando presente. Dios tiene competencia allá arriba, y ya tenemos a quien rezarle en un penal.

Maradona es la representación de la argentinidad, con sus claros y oscuros. Con sus aciertos y desaciertos. Comprometido con sus ideas, adentro y afuera de la cancha. Amado y odiado, su legado en el deporte es un faro a seguir por muchos.

No le perdonaron muchas cosas y tampoco lo hizo el poder, que le cortó las piernas en el 94 y le cerró las puertas de la FIFA. Porque él los desafió. Diego, peleó contra todos, también contra él, pero a nadie le fue ajeno. Nunca pasó desapercibido. Siempre fue elogiado y criticado. Por ejemplo, por no reconocer a sus hijos, y cuando lo hizo, se lo denostó por tener muchos.

Odios de clase, odios raciales y más. Fontanarrosa dijo: “Yo no sé qué hizo Maradona con su vida, pero sí sé lo que hizo con la mía”. Cuando el pueblo llora: Respeto. Fue desde los 15 años el famoso argentino más importante del mundo. Hizo conocer a todo un país por su talento, Además, supo dar vuelta el mapa de Italia, llevando al Sur arriba del Norte. Diego siempre es Sur. Pero, son 45 años de una vida pública que no encontró nunca tranquilidad en ningún lugar, por decisión y por su condición.

Es el más humano de los dioses, porque pecó, porque se equivocó, porque se cayó y se levantó. Pero siempre fue para adelante. Se lo endiosa porque tal vez, sea más que eso, le dio alegrías a la gente donde la mano Dios no llegó nunca, quizás porque la tenía él.

Aquellos que separan a Maradona jugador de Maradona persona, siempre enfatizan en lo mal que hacía quedar a todo un país en el exterior con sus acciones extradeportivas. Vaya paradoja ver los hechos actuales, donde todos los diarios del mundo rinden su homenaje. Donde todos los deportes lo recuerdan, a excepción de los Pumas, que ni siquiera levantaron la remera que los All Blacks pusieron con la 10 para rendirle culto. Pero algo bien debe haber hecho, no se recibe tanto cariño y reconocimiento al tuntún y porque sí. Por cierto, a las personas tampoco se las puede dividir.

Uno puede escribir bien, mejor o peor, pero nada puede ser malo cuando se habla desde el corazón. En estos últimos días, es imposible quedarse con un solo texto sobre Maradona. Todos tienen una carga de emotividad que no le escapa hasta a aquel que no le interesaba la vida del 10. Ese número a nadie le quedará mejor en la espalda.

Defendió siempre lo que pensaba, y siempre a la izquierda, zurdo para jugar y para pensar. El poder tampoco perdonó sus amistades con Fidel y tantos otros gobernantes de la Patria Grande. Pero otros lo amábamos también por eso, porque nunca cambió. Siempre fue autentico, y el dinero no hizo que olvidase sus orígenes.

Enterarme de la noticia no fue fácil, fue raro leer el zócalo con la frase que nadie soñó. Estaba, como muchos, consternado, sorprendido y esperando que, una vez más, saliera adelante. Trabajando a distancia como muchos que pueden, me enteré. Una amiga me lo dijo y no olvidaré ese momento. Quedará grabado para siempre.

En la cancha era lo irracional, lo que no se esperaba que hiciera, lo hacía y lo transmitía. No pensaba en ir a despedirlo, en parte por el contexto pandémico y por tener la certeza de que no terminaría de forma pacífica. Pero lo intenté, de un momento al otro, agarré el auto y comencé a ir camino a Casa Rosada. La salida resultó fallida, mi auto se descompuso. No llegué, me volví. Tuve que despedirlo desde el mismo living que me mostró la imagen que nunca soñé ver: que Diego se iba. Pero seguirá presente.

Te voy a extrañar, aunque sepa que tu legado estará siempre vigente. Los grandes genios no pasan de moda. Ver tus videos en México 86 e Italia 90 seguirán inflándonos el pecho.

Te quiero porque además del fútbol, verte decir lo que pensabas ante los poderosos, sin miedo a las consecuencias, era lo máximo.

Te amo Diego, porque desde Fiorito a la Torre Eiffel hiciste arte, porque no sos un futbolista, sos un artista.

Agustín Palmisciano.