La arena blanca al filo del transparente mar Caribe y una herida profunda que no cicatriza desde el terremoto de 2010. Allí habita un pueblo que abolió la esclavitud a fuerza de sangre y lucha. Su legado fue el primer paso de la épica revolucionaria en América Latina. Más de doscientos años después, el fuego sigue ardiendo en el corazón de miles de haitianos que exigen al presidente Moïse que respete la Constitución para que el exilio no sea la única posibilidad de subsistencia.
Por: @Duendeverde83 – @Globalonet.web
Según el último Índice de Desarrollo Humano publicado en 2019 por la ONU, Haití se posiciona en el puesto 170° de 189°. Este indicador que contempla la Salud, la Educación y la riqueza, ubica a “la perla de las Antillas”, como el país más pobre de todo el hemisferio occidental, con cerca del 80% de su población viviendo en la pobreza.
Más de 6400 kilómetros al sur algunos bailan al ritmo de una música que solo ellos pueden oír. Ríen todo lo que su boca les permite y vuelven a bailar. Una celebración a plena luz del día. Una fiesta en la que el desarraigo se esconde detrás de una pelota para aliviar el dolor.
-Allez.
El grito del capitán le da un corte abrupto a los festejos tempraneros y reúne a los jugadores en un círculo imperfecto.
Un tiempo atrás habían llegado. Algunos en conjunto, otros en soledad, todos en moto. Alrededor de 20 motocicletas Keller ahora aguardan en forma perpendicular al cordón de la vereda de tierra. En la parte trasera de varias se montan cajas de entregas ploteadas por empresas 2.0. Los protagonistas ya vestidos para la ocasión, hacen sonar los tapones de los botines contra el asfalto de la calle. Los movimientos precompetitivos se interrumpen ante el tránsito de algún auto desinteresado.
“Me eligieron como capitán por mi carácter, por mi manera de dirigir al grupo, el respeto por mis compañeros y la claridad para dar los mensajes”.
Willy, como todos sus compañeros, nació en Haití. Hace 8 años vive con su mujer y su hijo en Argentina y es el capitán del Club Atlético Haitianos. Algunos de los integrantes del equipo se conocieron en su país de origen, otros lo hicieron en la Argentina por intermedio de allegados o redes sociales. Cada domingo celebran su identidad con el fútbol como excusa. Casi todos tuvieron algún paso por clubes de Haití pero ninguno llegó a jugar de manera profesional. El equipo compite en un torneo de fútbol 11 amateur en la Zona sur de la Provincia de Buenos Aires, cercano a la residencia de la mayoría de los integrantes del equipo formado en septiembre de 2019.

Tras la charla del capitán, el círculo de camisetas rojas se desarma. Los titulares enfilan al campo de juego y los suplentes, se acercan a un banco improvisado con un tronco y cuatro ladrillos. Allí, esperan varios acompañantes que vienen a alentar al equipo. Suena el silbatazo inicial y arranca el partido.
“No estamos preparados para los partidos, solo nos reunimos los domingos por las obligaciones y la necesidad de trabajar. No entrenamos, no preparamos los partidos. A veces nos quedamos sin aire. Para lograr algo bueno tenemos que sacrificarnos. La realidad es que no tenemos tiempo, algunos incluso salen a trabajar inmediatamente después del partido”.
En su tierra imaginaron un futuro. Trazaron un plan y partieron. En la hoja de ruta de varios de ellos, la palabra “estudiar” encabezaba la lista desde el reglón más alto. Tiempo después, con el sueño trasformado en una realidad menos idílica, a aquella motivación primaria se le agregaron algunos signos de pregunta en los mejores casos. En otros directamente un tachadura entierra la posibilidad. La palabra “trabajo” ahora está subrayada.
“Después de la pandemia se reavivaron las ganas de jugar, pero antes hemos llegado a jugar partidos 7 contra 11. Todavía no somos un equipo serio. Además del trabajo, también hay cuestiones familiares que, a veces no nos permiten jugar. Ojo, alguno de los chicos se pasa de mano con la joda y después no vienen a jugar”.
Las risas que aparecían se fueron abrigando al calor del partido. Promediando el primer tiempo, Haitianos cae derrotado 1 a 0 por Gremio, sin embargo Lens, un delantero habilidoso con la 10 en la espalda, desparrama a un rival con una bicicleta que desnuda a las sonrisas de compañeros y acompañantes. Sucede ocasionalmente y solo ante jugadas excepcionales, contrariamente al ambiente vivido en la previa, durante el partido la tensión se apodera de todos los jugadores del equipo caribeño.
“Somos de hablar mucho, nos desconcentramos y el rival lo aprovecha. A veces nos reclamamos demasiado entre nosotros, eso a mí no me gusta. Tenemos que comportarnos bien en la cancha, eso es clave para mejorar. Antes de los partidos tenemos una onda espectacular, pero cuando empieza el partido nos transformamos”.
Willy es un volante central criterioso y con tendencia ofensiva. Como la mayoría de sus compañeros siempre intenta con pases rasantes, aunque pocos pueden sortear con éxito los vaivenes del potrero. El hecho de no tener un entrenador que pueda organizar la charla técnica acentúa una de las situaciones más extrañas que se pueden vivir un domingo al mediodía en un potrero del conurbano bonaerense. Entretiempo, un equipo sobre el costado de una cancha en la ciudad de Lanús, se organiza y motiva a los gritos en francés: “Tratamos de sacar ventaja usando el francés para hablar sobre jugadas del partido. Incluso a veces lo hacemos para putear al árbitro cuando se equivoca”.
Sobre el final del partido llega el empate, un tiro libre firmado por la zurda de Youyou. No hay risas, si desahogo. A pesar de merecerlo, el segundo gol no llega y el partido se muere con el empate rubricando la planilla de juego. El saludo con los rivales no pasa de la cordialidad. Tras un partido donde hubo casi tantos foules como laterales no es un hecho menor.
“No tenemos relación con los rivales, hay respeto y buena onda, pero no tenemos relación fuera de la cancha. Ellos nos quieren ganar como nosotros a ellos. Muchos nos tienen miedo, nosotros no le tenemos miedo a nadie. Siempre tratamos de hacer la nuestra, y a veces perdemos los partidos solos”.
El semblante alegre va resurgiendo más allá de resultados. Sólo algunos se cambian los botines por zapatillas antes de emprender el regreso. La despedida es efímera. El ritual llega a su fin. Es hora de retomar la cotidianeidad.
“Nada que ver la vida acá y allá. Acá hay oportunidades, allá es casi imposible salir adelante. Quiero aprovechar al máximo mí tiempo en Argentina, asegurarme un futuro y volver a Haití solo de vacaciones.”. Willy está seguro de volver a la cancha el próximo domingo, no tanto de volver a Haití.
Juan Manuel Ferrera.
