El otro fútbol

Si el gigante noruego Erling Haaland hace 2 goles en menos de diez minutos y pone arriba al Borussia Dortmund sobre el Bayern Munich, Robert Lewandowski hace 3 y da vuelta el partido. León Goretzka, decora el resultado y entra en la estadística final del 4 a 2, que sentencia una historia que todas las semanas se repite en la Bundesliga, donde los Bávaros se encaminan a ganar el título por novena vez consecutiva.

Pero no voy a escribir sobre una liga que pierde su atractivo por tener un solo animador, ni tampoco porque el segundo del torneo es una conocida marca de energizantes que acumula clubes como autos de carrera. Todo lo contrario: para entrar en detalle hay que bajar de categoría y viajar de Múnich a Hamburgo.

Por: @Agustinpalmis@Globalonet.web


El primero de marzo en el ascenso alemán, la Bundesliga 2, se jugó el clásico de la ciudad entre el St. Pauli y Hamburgo. Por un lado, el equipo portuario, que su última vez en primera fue en 2010/11, y del otro, quien fue campeón alemán 7 veces y llegó a levantar en 1983 la Copa de Europa, hoy llamada con glamour Champions League.

Antes que los jugadores salieran al estadio vacío por la pandemia, la fiesta ya había empezado. St Pauli fue local, y los fanáticos del club se hicieron presentes en las calles. Los fuegos artificiales iluminaron el cielo de la ciudad durante largos minutos, y mientras los hinchas arengaban, los jugadores acompañaban desde el micro.

Finalmente llegó la hora del partido. St Pauli tiene un ritual: entran los jugadores, suenan campanas, arranca Hells Bells de AC/DC: “Soy un trueno vibrante/ lluvia diluviando/ estoy llegando como un huracán/ Mi relámpago está centelleando cruzando el cielo/ Solo eres joven, pero vas a morir/ No tomaré prisioneros, no perdonaré ninguna vida/ Nadie se resistirá/ Tengo mi campana, voy a llevarte al infierno”.

Recibimiento de la hinchada a sus jugadores.

El partido fue trabado y, al minuto 88, cuando todo parecía terminar en empate, apareció el delantero ghanés Daniel Kofi Kyereh, con un derechazo que rompió el arco y dio paso al festejo de los locales. St Pauli se llevó el clásico.

Este modesto club de Alemania no tuvo etapas de gloria con trofeos en sus vitrinas, pero tiene libros, series, documentales y también, un hincha argentino: Jairo Schmidt, de descendencia alemana pero nacido en el Río de la Plata. Hoy vive en Hamburgo y es hincha del club pirata: “Conocí St Pauli por una nota hace 8 o 9 años, lo describían como el equipo más de izquierda del mundo y me interesó”.

Lo que caracteriza a este equipo es su compromiso social. Fue el primero en Alemania en contratar un jugador africano, Guy Acolatse, en 1963/64. En la época Nazi, el decreto de la “cláusula aria”, en 1933, prohibía a los judíos pertenecer a instituciones deportivas. St Pauli aguantó hasta 1940. “No fue un club colaboracionista con el Tercer Reich. Equipos como el Bayern Múnich, vinculados con la comunidad judía, lo pasaron peor”, cuenta Jairo, instalado en la ciudad hace 3 años. Estos datos, solo son patrones de lo que vendría más adelante, cuando el club se convirtió en antifascista y autocritico del pasado.

Ubicado en el centro de la ciudad, las banderas y camisetas se ven a toda hora, y en su escudo circular se luce la iglesia St. Michael, también adaptada a una calavera, tradición que dio lugar al apodo piratas. En los 80s, en medio de una crisis habitacional en la ciudad, y la violencia de los movimientos de ultraderecha, representados en los hooligans de clubes alemanes, el St. Pauli encontró su refundación: “En edificios cercanos al estadio fueron a vivir grupos de anarquistas y punks, que empezaron a seguir a St Pauli, cansados de las ofensas que recibían por los hinchas de Hamburgo, el club grande de la ciudad”.

Clubes como Livorno, Rayo Vallecano o Celtic, se proclaman de izquierda, pero Jairo explica la diferencia con su equipo: “El estatuto se identifica como antifascista, siendo el único caso en el mundo. Eso es algo que lo hace especial y particular”. Además, mientras algunos de estos clubes son sociedades anónimas, el St Pauli se mantiene como un club social.

El nombre del estadio era Willhelm Koch, en homenaje al presidente de la institución entre 1931 – 1945 y 1948 – 1969 y se cambió a Millerntor Stadion a fines de los 90s. Jairo, de 33 años cuenta la historia: “El nombre actual se debe a una de las puertas de entrada a la ciudad. Además, tor en alemán significa gol. Koch, había sido parte del nazismo, y aunque no se llegó a comprobar ninguna participación directa, se determinó que no se pondrá más el nombre de una persona al estadio”.

Las vueltas de la vida llevaron a Jairo a vivir en las mismas calles donde nacieron sus bisabuelos, oriundos de Hamburgo. Actualmente, forma parte de la agrupación Piratas del sur, donde cuentan las noticias del club a través de redes sociales para la comunidad hispanoparlante. “Está fundado hace 15 años, pero oficialmente activo 10. La idea no solo es ir a la cancha, sino transmitir a Argentina y otros países las ideas del club y que la gente vea otro punto de vista. Por ejemplo, las canciones sexistas. Creo que es una piedra fundacional para abrir una charla que escapa en muchos casos al mundo del fútbol”.

En épocas anteriores a la pandemia, la hinchada del St Pauli dejaba lucir en los estadios banderas en favor de la comunidad LGTQ, del Che Guevara, y otras en favor de los derechos humanos. Además, el club no renovará contrato a partir de la próxima temporada con el sponsor que hoy los viste. Cuenta Jairo que, en parte, el hecho de que la marca esté vinculada a Donald Trump contribuyó a la decisión: “El CEO de Under Armour, defendió públicamente a Trump. Quién está en contra de los principios del club”.A partir de esto, el club elaboró su propia camiseta y dieron la posibilidad de elegir una insignia a sus hinchas y comprarla. Una de las más votadas fue FCKNZS, su significado: Fuck Nazis.

Agustín Palmisciano.