Osvaldo Soriano relató con maestría que el penal más largo del mundo ocurrió en un pueblo de Rio Negro en el año 1958. Más de 60 años después, dos pueblitos del norte del país con una marcada rivalidad fueron los protagonistas del chequeo de VAR más extenso del que se tenga registro.
Por: @Ezquiel.Olasagasti – @Globalonet.web

El pueblito de “Tres manzanas” es tan común como cualquier otro del país. Sin embargo, en el 2019 tuvo una hazaña deportiva que movió la estantería de su estancada historia de éxitos. El club futbolístico esforzados de Tres Manzanas, único club de fútbol del pueblo, había conseguido el pase a la final de la Copa General Acha de pueblos norteños de ese año. Tres Manzanas no era un pueblo de tradición deportiva. Lo más destacado que tuvieron fue un equipo de rugbier que jugaba seguido con clubes de Buenos Aires. Lamentablemente, esos partidos eran una estrategia para hacer negociados en los llamados “terceros tiempos”. A finales de los ’90 los integrantes del equipo de rugby habían vendido la estación de tren, la capilla, la comisaria, la herrería y el puesto de macramé de doña Edubiges a familias inversoras del CASI. Fue ahí donde perdieron la mayoría de su territorio y el pueblo paso de llamarse “Diez manzanas” a “Tres manzanas”.
El camino a la final no había sido fácil para el conjunto manzanence. Compuesto de un rejunte de ex alumnos del Colegio Provincial 38 más unos cuantos peones de estancias de la zona, su juego se emparentaba más a un equipo de Caruso Lombardi que a Holanda del ´74. Pasaron la fase eliminatoria cosechando un par de triunfos de local y varios empates de visitante. Fue clave para esto la ayuda de dos mochileros que hacían escala en el pueblo de camino Bolivia. Uno era un lateral derecho con llegada estilo brasileño, el otro un wing izquierdo con habilidad y buena pegada. Aceptaron ser parte del equipo a cambio de hospedaje y comida. Doña Emilia les hizo un lugar en su casa pero le tomó tres días entender que los pibes eran vegetarianos y dos más entender que el pollo y el jamón también se considera carne.
En los octavos de final, Esforzados superó al Club Social y Sportivo Insolación de Villa Ratiniani por penales después de un pálido 0 a 0 con tres expulsados por bando. La fortuna le sonrió al equipo manzanence en los cuartos de final ya que su oponente, el Club deportivo Fraking solo presentó ocho jugadores para el encuentro. Gran parte del plantel estaba internado o había muerto por envenenamiento por metales pesado.

La semifinal fue el verdadero partido consagratorio de Esforzados. Superaron por la mínima diferencia a los últimos campeones del torneo, el Club atlético y de Debate San Antonio Pimpinela. Para las estadísticas quedaron que el San Antonio tuvo el 98% de la posesión con 145 remates al arco. Sin embargo, un centro frontal en el ultimo minuto permitió que Augusto “pedacito” Badaloni, delantero, capitán, técnico, referente y masajista del equipo. Peinara el esférico agarrando al portero a contra pie
Los jugadores de Esforzados fueron recibidos como héroes en la ciudad. Jugarían la final contra la Asociación Atlética Ruda Macho de la ciudad de Soncincuenta. La final del torneo reavivaba el eterno odio que se profesaban los pueblos desde hacía 100 años, cuando Soncincuenta le arrebató el título a Tres Manzanas por hacer el pastelito me membrillo más grande del mundo. Durante un siglo Tres Manzanas reclamó que ese pastelito era pura oreja y nada de relleno, pero los organismos fiscalizadores hicieron caso omiso del reclamo. El caso llegó hasta la Corte Suprema que mando una carta al gobierno de Tres Manzanas que decía: “No nos rompan las bolas con estas boludeces».
El partido se fecho para el domingo 14 de octubre, tres semanas después de que ambos equipos consiguieran la clasificación. En ese tiempo se generó una guerra fría entre los pueblos. Pedacito Badaloni salió en la radio de su primo Osvaldo diciendo: “A esos guampa seca le vanos a dar el relleno que falta a sus pastelitos truchos”. Del lado de Soncincuenta no se quedaron quietos. Al otro día, cuando los jugadores de esforzados llegaron a la cancha para entrenar, había pastelitos de membrillo tirados por todo el terreno. Poco tiempo después, la barra de esforzados se robó a Leopoldo, El puma mascota del equipo de Soncincuenta. En la travesura el felino se comió a dos hinchas, entre ellos a Don Jorge, el único Albino de la región. Los ánimos se fueron caldeando entre los pueblos a medida que se acercaba el match. La presión no solo cayó sobre los jugadores sino también sobre el árbitro. La terna encargada de impartir justicia el día del partido había sido: sobornada, chantajeada, amenazada, espiada, seducida y abandonada por ambas parcialidades. Rogelio Castrilovich, juez designado para el encuentro, exigió al gobernador que el partido se juegue a puertas cerradas para evitar los incidentes entre las parcialidades y asi dirigir sin presión.
El gobernador, Guillermo Hermo, le contesto
—No me rompas las pelotas. Mirá si no va a haber público, cagón.
Sin embargo, Hermo no era inocente. No por nada su familia llevaba 127 años en el poder. Sabía que al primer error arbitral todo podría terminar en caos. Esa misma noche llamó a uno de sus asistentes y le encargó que consiga todo lo necesario para que en la final se juegue con el sistema del VAR para minimizar las chances de errores arbitrales. El asistente de Hermo lo llamó días después para advertirle al gobernador que el sistema VAR costaba una fortuna y que tal vez el municipio no podría costearlo en ese momento. La respuesta de Hermo fue contundente:
— Me chupa un huevo lo que salga, vos tráeme ese VAR porque te cuelgo de los huevos. El tomógrafo computado para el hospital de niños será para otro momento, tampoco es taaaan necesario.
El día de la final el estadio Hermes Lusitano estaba repleto. Las mil quinientas localidades se habían agotado en menos de dos horas. En la tribuna del conjunto de Esforzados completaron los asientos sobrantes con perros y ovejas con remeras y gorras del club. No querían parecer menos que los hinchas de Ruda Macho, aunque el último censo indicaba que Tres Manzanas tenía solo seiscientos treinta y cuatro habitantes. Además había que descontar los que se comió el Puma, que eran los que más arengaban.
El partido fue de una espectacularidad nunca antes vista. La malicia de cada golpe que se tiraban los adversarios hubiera hecho sonrojar hasta al 5 más aguerrido de Peñarol. En pos del entretenimiento, el árbitro decidió repartir amarillas con cautela evitando echar a alguien. Desde el VAR, que se ubicaba en bufete del club, los especialistas recomendaban sacar roja pero el juez no les hizo caso. Solo fue a chequear en la pantalla un lateral en mitad de la cancha para justificar el gasto de las 1544 cámaras que se habían puesto en el campo de juego, los bancos, los arcos y los vestuarios. A pesar de su capacidad para llevar el partido sin inconvenientes, cada fallo que Castrilovich generaba el griterío de la paridad contraria y una lluvia de insultos y monedazos sobre los jueces de línea. Estaba sujeto a una soga que a cada segundo se le desprendía una hebra.
El partido llegó al minuto 89 sin goles ni remates al arco. Castrilovich se llevó el silbato a la boca, no pretendía alargar ni un minuto más su sufrimiento. Un despeje del equipo de Esforzados llegó a la puerta del área rival. Pedacito la bajo como los que saben y, aprovechando que el central se pisó los cordones, se metió al área con pelota dominada. El griterío detonó el aire de las gradas cuando el choque del arquero y Pedacito dejó a ambos jugadores en el piso. El balón se perdió por la línea de meta.
“Penal» gritaron los hinchas de Esforzados. “Falta al arquero juez» reclamaron los de Ruda Macho. Castrilovich hizo sonar el silbato pero no sabía que cobrar. No había visto la jugada. Sopló el pito por impulso, por miedo. Ahora debía cobrar penal o falta contra el arquero. Desde las tribunas los gritos caían como baldazos de agua. Algunos empezaron a treparse por unas rejas que no estaban preparadas para sostener la embestida de más de 100 personas.
—Var, no vi nada. Que fue?
—Ah no. Ahora te la bancas. No nos diste bola en ninguna y querés que definamos esta. Chupala.— dijo el VAR.
— Por favor señores sean profesionales.
—Mirá, nosotros te podemos decir lo que nos pareció pero ¿Viste a la gente?
Castrilovich miró las tribunas mientras apretaba el auricular contra su oreja para disimular.
— ¿Viste como están los monos? Cobres lo que cobres te van a matar.
—Claro. Claro.— Decía Castrilovich mientras alejaba a los jugadores que pedían que tome una resolución.
— No sé qué vas a hacer pero vas a perder narigón— dijo el VAR.
Castrilovich volvió a tocar el silbato y con los índices de ambas manos extendidas dibujo un cuadrado en el aire indicando que vería la jugada en el televisor del VAR. Los jugadores le abrieron paso para que se acerque al monitor que tenía sobre uno de los lados de la cancha. El réferi se acercó al trote hasta que a mitad de camino cambió la marcha y metió un pique en velocidad que lo llevó hasta las puertas de salida del estadio.
Actualmente, todavía se desconoce el paradero de Castrilovich quien abandonó el pueblo ese mismo día. Su hijo mayor, quien retomó la búsqueda que las autoridades abandonaron después de unos meses, insiste en que su padre ahora vive en Buenos Aires y trabaja como extra en la tribuna del programa de Marcelo Tinelli. Pero no tiene plata para pagarse el micro para ir a buscarlo.
El partido que abandonó Castrilovich nunca tuvo una definición oficial. Fue suspendido hasta que el comité organizador pudiera encontrar otro réferi que se anime a tomar una decisión sobre la jugada que pito Castrilovich. Esto no hizo más que aumentar la rivalidad entre Soncincuenta y tres manzanas. Casi hasta el punto de la guerra. Se libraron debates abiertos entre representantes de ambos pueblos abogando a favor del penal o de la falta contra el arquero. Incluso se colocó una pantalla gigante que pasaba la jugada una y otra vez para que los visitantes se tomaran fotos o filmaran videos haciendo sus propias deducciones y reacciones ante la jugada. Se abrieron líneas directas donde la gente del resto del país podía mandar un mensaje al 2020 con la palabra penal para darle la razón al equipo de Esforzados o mandaban “no penal” si estaban de acuerdo con el equipo de Ruda Macho. Este año llegó una respuesta oficial de AFA a quien el gobernador Hermo pidió que interceda para definir el resultado o enviar un árbitro que se anime a analizar el VAR.
“No nos rompan las pelotas con estas cosas que no sabemos cómo vamos a organizar la copa argentina», decía el telegrama con remitente de Viamonte 1366.
“PD. Para mí se tira negro, vos fijate» cerraba el final de la carta.
Ezequiel Olasagasti.
