Matías Castro: “No recuerdo un momento de mi vida que no haya pasado en Estrella de Maldonado”

La esencia del barrio de Palermo está lejos de ambiciosos nombres de proyectos inmobiliarios y comerciales. Palermo no es Hollywood, ni Queens, ni Soho, es su gente y sus historias. Desde 1934, el Club Social y Deportivo Estrella de Maldonado es el escenario donde transcurre la vida de una parte del barrio porteño en general, pero más aun de una familia en particular, los Castro.

Por: @Duendeverde83@Globalonet.web


Ningún club de barrio podría subsistir sin el amor de su gente. Muchas veces ese amor se reproduce, se transforma. Así fue el caso de Pepe y Mariana en Estrella de Maldonado. “Mi papá le pidió casamiento a mi mamá en la cancha de Estrella”, cuenta Matías, hijo de aquella pareja, y que hoy lleva con orgullo la número 10 del equipo masculino de futsal.

Comenzó a jugar en baby a los 3 años. Sus buenas actuaciones en el estadio “Tano Gino” le dieron la posibilidad de probar suerte en el fútbol grande de Argentina. Pasó por inferiores de River y Argentinos Juniors antes de llegar a Atlanta a los 17 años. “En Atlanta de entrada me miraron con otros ojos por ser el hijo del Pepe, el hijo del ídolo. Al poco tiempo ya estaba debutando en Primera. Jugué 5 minutos y lo único que me acuerdo es que me temblaban mucho las piernas”.

Matías junto a su padre en Atlanta.

Formó parte del plantel que consiguió el ascenso a la B Nacional en la temporada 2010-11. Ahí empezó a tener mayores oportunidades y recuerda: “Pude convertir mi primer gol contra Gimnasia de La Plata, y jugar contra Rosario Central, ir al banco contra River”.

Tras su paso por el Bohemio, estuvo una temporada en Barracas Central pero algunas lesiones musculares no le permitieron volver a jugar con plenitud: “Mentalmente no me pude recuperar. A los 26 años el fútbol me dejó”.

El retorno a casa

¿Cómo llega el futsal a tu vida?

Cuando quedé libre de Barracas me habían conseguido una prueba en Dock Sud, fui y me di cuenta que ya no quería más. Ni me cambié y volví para Estrella. Esa misma tarde el entrenador de futsal me dijo que probara, yo le dije que no esperara que corriese como el resto de los jugadores. El deporte tiene mucha dinámica, cuando arranque le decía a mi mamá que no me sentía cómodo. Por dentro pensaba: “Que estoy haciendo acá, solo seguí porque era Estrella”.

¿Qué tiene de diferente Estrella de Maldonado?

Estrella está formado casi en su totalidad por familias del barrio. Somos un club formador de jugadores. Yo vivo en Estrella desde que tengo uso de razón. Pienso en mi abuelo como Secretario, en mi abuela que va a jugar a la canasta. Mi papá, que ahora está al mando del club, mis amigos. Toda la gente que quiero vive en Estrella, incluso en las vacaciones.

¿Cómo haces para que no te afecte la carga emocional que te une a Estrella a la hora de jugar al futsal?

Nunca lo dejo al costado, pero no me pasa solo a mí. Muchos de los pibes del equipo están en la misma que yo, hace muchos años que estamos en el club. Es imposible no usar ese plus para dejar todo en la cancha. Inclusive esto nos ayudó a lograr un objetivo histórico que fue llevar a Estrella a la Primera División.

Si bien Estrella de Maldonado es un club con tradición dentro del torneo de futsal de AFA, no deja de ser un club de barrio. A la hora de la competencia enfrentarse a equipos de la talla de Boca, River, Independiente, Racing o San Lorenzo es un desafío, no sólo deportivo, sino también desde las desventajas entre aquellos gigantes y los clubes de barrio.

Por ejemplo, el estadio de Estrella de Maldonado no cuenta con las medidas reglamentarias aprobadas por AFA, por lo que el equipo debe alquilar estadios para jugar de local. “Hay equipos que manejan un presupuesto mensual de $500.000. Nosotros no tenemos cancha y nos pagamos la ropa nosotros”, dice sin dejar de sonreír, es que para Matías y todo el club, aquellas diferencias son motivaciones extras que le permiten competir de igual a igual con los grandes y agrega: “Está el que trabaja en oficinas o en el Mercado Central. Así es estrella”.

¿Cuál es la exigencia en el entrenamiento considerando que casi todos los jugadores llegan a entrenar después de trabajar?

Se entrena fuerte, nosotros tenemos un buen profe que es Pablo Paradizo, tiene un gran trato con los jugadores. A los más chicos los hace correr muchísimo y a nosotros los viejos nos cuida un poco más. La verdad es que nos rompemos el lomo. Después de cada partido parezco mi abuelo, tengo los mismos dolores que él cuando termina de trabajar en el taller. Cuesta mantener este camioncito.

¿Cómo analizás la evolución del futsal desde tu experiencia?

Cuando arranque era totalmente amateur. Ahora de la mano del crecimiento de la Selección Nacional creció mucho la difusión. Al principio era tranquilo pero cada año que pasa el deporte gana en intensidad. En la actualidad todos los jugadores son aviones.

Apareció la oportunidad de ir a jugar al exterior o incluso ganar dinero aquí en el país. En mi caso tuve muchas ofertas de otros clubes e incluso me llamaron para ir a jugar a Chipre, pero la inmediatez no me permitía conseguir la documentación necesaria para ir a jugar afuera.

¿Cuánto disfrutás y cuanto sufrís el futsal?

Disfruto mucho por el lugar donde estoy. Cada triunfo te cambia la semana, a mí, a mi señora a mi viejo, a mi vieja que no mira los partidos porque me pegan, a mi abuela que me llama por teléfono después de cada partido. Eso no me pasaría si estuviese jugando en otro lado. Pero a la hora de sufrir también todo se vive al extremo. Es perder y llorar. Volver a casa y pensar en cómo seguir, en si le hago bien al equipo.

Hoy, el amor por el club sigue ligado a Matías y a su padre. De Atlanta a Estrella de Maldonado.

En Maldonado, como en la gran mayoría de los clubes de barrio de Argentina, no existe la exclusividad de tareas. Matías, además de jugador, es entrenador de las categorías infantiles del baby. Su papá, Pepe, no solo está a cargo de la presidencia del club, sino que también es el entrenador del equipo de primera.

¿Cómo es qué te entrene tu papá?

Con mi viejo somos muy amigos. Una relación de cercanía, de contarnos todo. Eso sí, yo no le digo papá, le digo Fabi o Pepe, de toda la vida. Ya me había dirigido de pibe en baby. El problema de toda la vida fue en casa, con mi vieja, porque o él me había gritado o yo le había respondido mal. Ahí tenía que interceder mi vieja. Hoy eso quedó lejos, igual a veces nos peleamos, discutimos, pero porque los dos sentimos mucho el fútbol y lo sentimos de la misma manera. Cuando dos personas son tan parecidas a veces chocan. Igual lo amo, es la segunda persona más por importante en mi vida después de mi mamá.

¿Cómo continúa la dinastía Castro en el club?

Ahora hay tres sobrinos chiquitos en el club, pasan los años y los Castro seguimos ahí. Espero que si en algún momento llega un hijo o una hija no los canse, que nunca llegue el momento que me digan: “papi no quiero ir más al club”.

¿Te sentís el símbolo de Estrella?

No soy el símbolo, siento que soy una de las personas que más quiere el lugar. Cuando le hice mi primer gol a Gimnasia, me puse contento, pero a la noche ya estaba en Estrella mirando al equipo. Cuando concentraba vivía pendiente de los partidos de Estrella. Yo al club lo quiero como me enseño mi papá, con el corazón.

¿Cómo definirías al Estrella?

Hay muchas frases que dice cualquiera. Estrella es mi vida porque yo no recuerdo ningún momento de mi vida que no haya pasado ahí, es el lugar donde vivo. Es mi lugar en el mundo de verdad, no me imagino en otro lugar que no sea en Juan B. Justo.

Juan Manuel Ferrera.