Quedar en la historia

Hablar del Diego se puede incluso sin hablar de él. Lo que pasa es que la magnitud de algunos cuerpos atrae a otros y los hace girar bajo su gravedad. Diego no solo marcó su nombre en la historia, también dejó, sin quererlo, varios nombres en el pie de página.

Por: @Ezequiel.Olasagasti@Globalonet.web


Quedar en la historia puede sonar como algo positivo. Sin embargo, hay formas de quedar inmortalizado que no te gustaría ver en el día a día desde tu nube una vez que hayas muerto. Hay quienes quedaron en la historia por motu proprio, los que tallaron su nombre en los libros de historia por ser los mejores. Y están, también, los que aparecen en el imaginario colectivo solo por estar parado en el lugar y momento justo. Estos, conforman el resultado de un chiste que le gusta contar el caos del universo de vez en cuando.

No es nuevo si decimos que Diego Armando Maradona quedó en la memoria como el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Tal vez, sería la vez número un millón a la millonésima potencia que se dice, en este año. Lo interesante aquí es ver como Diego dejó a otros en la historia. Diego, tenía una inmensidad que no podía evitar llevarse tras de sí a todo lo que se le acercaba. Como un cuerpo celeste lleva consigo las lunas que giran imantadas por su gravedad.

Imagínate llegar a un asado y decir “Yo conocí al Diego”. Listo, quedaste en la historia. Al menos en la de tu grupo de amigos al menos, donde te presentarán o recordarán como el amigo que lo conoció, aquel que le sirvió un café, o al que el Diego le preguntó una vez la hora. Lo que sea. Tan poca cosa para él y, sin embargo, tanto para un mortal cualquiera.

Hay un arquero que, obviamente, tiene nuestro respeto como profesional. Fue arquero de Yugoslava, e incluso llegó a ser medallista olímpico. Pero, seamos francos, si a alguno le suena siquiera el nombre de Tomislav Ivkovic es solo porque le atajó un penal a Diego en Italia ’90.

Juan Domingo Patricio Cabrera fue uno de esos jugadores que algunos tildarán como “del montón”. Lo tildarán así cientos de tipos que no jugaron más allá de una plaza y solo porque llevaban la pelota. Cabrera no quedó fue campeón con Talleres de Córdoba, club donde jugó 3 años, y también tuvo un breve paso por la selección de Menotti. Pero en la historia de Cabrera está Diego. En una tarde del 20 de octubre de 1976 le tocó marcar a un pibe de Argentinos Juniors que se decía que jugaba bien, uno que apodaban “Pelusa”. Cabrera dejó las piernas demasiado abiertas al momento de marcarlo, como formando el puente que lo llevó a la eternidad como el que se comió el primer caño de Diego en Primera División.

Y mirá si será jodida la historia. Será caprichoso el destino. Que hay gente con más que condiciones para quedar en la historia y no puede más que ser recordado como el que sangra por la herida. Pudo ser el mítico arquero que ganó todo con el legendario Nottingham Forest pero el destino lo dejó como el que sigue llorando por la mano de Dios. Con 1,85, Peter Shilton, perdió un duelo en el aire con un pibe de 1,65. Mirá si será grande el Diego que, por decirle tramposo a Peter, quien fuera campeón de la Copa de Europa, hoy Champions League, todavía le llegan mensajes al Twitter recordándole aquella tarde en el Azteca.

Hablando de arqueros. Y hablando de ingleses también. Ray Clemens fue otro golero británico que quedó en la historia. ¿Es afortunado ser el arquero al que “casi” le hicieron el gol del siglo? En el año 1980, la selección nacional se enfrentó a Inglaterra en un amistoso en Wembley. El partido lo ganaron los inventores del fútbol por tres tantos contra uno, pero lo que quedó fue, como siempre Diego. En ese partido donde el artista hizo el primer borrador de lo que se convertiría en el mejor gol de la historia. Si buscan el partido verán que la jugada es igual pero, por cosas del destino, no terminó en gol. Clemens es el que vio el poema escrito a mano alzada, fue la práctica, el carboncillo en el lienzo. Fue el llorón de Shilton el (¿afortunado?) que escuchó la sinfonía completa. Por suerte, fue en un mundial donde Diego decidió hacer la obra original, corrigiendo los detalles que le marcó Clemens y Hugo, uno de los hermanos de Diego. De ahí derechito al Louvre.

Hay veces que el destino ayuda y pone las cosas en su lugar. Pero eso es suerte también. Porque no todos los villanos quedan en la historia como tales. Sus nombres se pierden, en ocasiones, entre otros que resaltan más. Eso les permite caminar con libertad por las calles durante años sin que nadie sepa que son villanos. Pero hay malos del fútbol que fueron marcados por Diego. Malos de alma no de juego. Y no importa que su nombre se confunda con el de alguien que en las tribunas albiceleste queremos con el alma. Siempre que el apellido Goycochea venga después del nombre Andoni, sabremos que estamos hablando del hombre que nunca debió pisar una cancha de fútbol. Ese que todavía debe tener un cartel con su cara en el aeropuerto de Ezeiza con la orden de no dejarlo pasar.

Pero hay villanos que no lo son tanto. Tal vez no son malos, y sólo son sobrevivientes del juego. Es que esto de quedar en la historia no es para cualquiera cuando se trata de trascender. Algunos saben que no pueden ser los mejores y deciden ser los peores. Por un día, por un momento, por un tiempo al menos. Luis Reyna, tal vez sin quererlo, quedó en la historia del anti-fútbol. En 1985 el bueno de Luisito decidió sacrificarse. Decidió no jugar. Se puso delante de el hierro caliente que lo marcaría como un pica piedra para siempre. Quedó en la historia por ese día que la selección de Maradona se enfrentó al conjunto peruano por las eliminatorias para México ‘86. Diego salió a la cancha con la 10 en la espalda y detrás de ella, el pecho de Reyna que no se le despegó un segundo. Fue así como Luis Reyna quedó en la historia como el chicle que Maradona no se pudo despegar en un partido. Como el que lo anuló. Más que un villano, nos gusta pensarlo como un antihéroe. Porque hizo lo que debía, pero nunca vendió su honor. Ya que si bien solo se dedicó a marcar nunca lo hizo con violencia como Andoni.

Y podemos salir del fútbol y, aun así, no poder alejarnos de Maradona. Cuando la banda Opus se formó en Austria allá por el año ‘73, ni ellos se imaginaron que seguirían rodando casi 48 años después. No ruedan como podrían hacerlo los Rolling, pero ruedan. Digamos que Opus es de esas bandas que todos esperan que toquen su hit y nada más. “Life is life” fue el tema que los llevó a la fama y les permitió, mínimo, comprarse un monoambiente. Pero acá es donde entra Diego. Porque fue su entrada en calor lo que transformó al tema “life is life” en algo más que una canción que sonaría a la madrugada en las radios de los taxistas. Es imposible escuchar esa notas sin que se te venga a la cabeza Diego con los cordones desatados, haciendo saltitos y jueguitos con la pelota antes de la final de la copa UEFA del ´84 entre el Napoli y el Bayern Múnich. Vaya lo que será el Diego qué, aun existiendo varias bandas que le dedicaron hitazos, transformó un tema que no tiene nada que ver con su persona en un himno maradoniano.

Hablando de Napoli, es imposible no pensar en lugares que sabemos de su existencia por él. Entendemos todos las maravillas de la ciudad del sur italiano. Entendemos su vasto legado y sus civilizaciones. Pero pedimos ahora que ellos entiendan al mundo, que entiendan a la historia. Nápoles es Napoli. Napoli es el club en el que jugó el mejor del mundo. Nápoles es celeste. No por sus costas paradisíacas, No por sus cielos a los que acarician las montañas y los volcanes. Son un celeste atravesado por la palabra Mars, o la palabra Buitoni. Sinaloa ya no es la ciudad de las malas noticias de CNN. Es la tierra de los Dorados. No sabemos cómo estarán hoy en la tabla el Al Wasl FC o el Al Fujairah. Si aprendimos a pronunciarlos, perdón, pero fue solo porque él estuvo ahí. Y siempre habrá, por el solo hecho de que el Diego haya pisado sus vestuarios, un espacio en los diarios contándonos que es de la vida del Deportivo Mandiyú de Corrientes.

Hablar de Diego se puede incluso sin hablar de él. Es una sinécdoque que puede contarse solo hablando de sus partes. Porque hablar del todo es imposible, en tiempos y palabras. Y ¿será acaso esta nota, una nota más que habla del Diego? o ¿será la nota que quedará en la historia por El Diego?

Ezequiel Olasagasti.