Fue jugadora de la selección nacional de básquet durante 12 años, es docente y dicta un taller de género y deporte. Actualmente, Paula Reggiardo es una de las voces del deporte que pelea por la igualdad.
Por: @Agustinpalmis – @Globalonet.web

Mientras en agosto de 1984 una niña nacía en Buenos Aires, las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaban en la ciudad de Montevideo, Uruguay, a Paula Eva Logares, la nieta número 23. En honor a ella, los padres de la recién nacida en Buenos Aires decidieron llamarla Paula. Desde chica empezó a practicar diferentes deportes hasta que se decidió por el básquet. Mientras alcanzaba sus primeros rebotes y repartía asistencias, en su casa le enseñaban diferentes valores: ‘’Me considero empática gracias a mis abuelas y mi madre. En los cumpleaños de la primaria me decían que si no invitaba a todos no invitaba a nadie’’, recuerda.
Su vida en el colegio y el club la fueron forjando para el futuro. En 1992, cuando tenía 7 años, iba a jornada simple del colegio público Juan Evaristo Badía, y la disponibilidad de horarios por la tarde le daba la posibilidad de ir al club: ‘’Iba a Obras Sanitaras porque mi mamá y mi papá eran trabajadores de la empresa’’. En aquel momento las posibles disciplinas para practicar eran tres, tenis, hockey y básquet, y Paula optó por hacer todas.
En aquel contexto, Gabriela Sabatini era figura mundial del circuito, Las Leonas todavía no se habían convertido en el equipo más ganador del país durante 20 años, y el básquet fue el que más le gustó. ‘’En hockey me aburría porque me hacían hacer dribling al costado de la cancha. El tenis me gustaba más y seguí practicándolo a la par que el básquet durante un tiempo’’, cuenta la jugadora que, más tarde, eligió al deporte grupal por sobre el individual, y explica que en aquel momento una persona no entiende mucho la lógica del juego pero alcanza con divertirse y pasarla bien. Los días que no entrenaba, Paula jugaba a la pelota en las calles del barrio junto a su hermano, y notaba que la libertad que tenía adentro de su casa no era la misma que afuera.
-¿En algún momento de tu infancia llegaste a sufrir por jugar a la pelota o hacer deportes?
Mi crianza no fue estereotipada. Heredaba ropa de mi hermano y andaba con ropa azul, verde o anaranjada, la bici era la que usaba él, pero cuando salía de mi casa e iba al barrio me decían ‘’machona, marimacho, sos un pibito’’, y esas cosas. Cuando tenía 5 o 6 años, jugando en el barrio, pateaba pibes para que no me jodan más y me iba corriendo a mi casa y ni pensaba ‘’Che, este pibe va a ser estéril toda la vida’’, y cuando fueron padres fue una tranquilidad. Yo me manejaba con esa lógica de la violencia porque me expulsaban de un espacio. Hoy por suerte lo podemos poner en palabras, pero eso me pasaba en el barrio.
En su adolescencia, Paula fue al secundario en Obras y aprovechó para hacer otras actividades como atletismo y vóley. En aquel momento, la crisis del 2001 marcó un contexto de debilidad económica en todo el país, y sus padres pidieron una beca completa para que ella pueda seguir con sus estudios. En ese entonces, con 16 años, ya era convocada a preseleccionados locales, el primero fue cuando estaba en séptimo grado, donde quedó afuera por única vez hasta su renuncia en 2015. Al mismo tiempo entrenaba en Vélez sin poder jugar oficialmente porque su club anterior, Platense, no le daba el pase, algo que finalmente se logró en 2002.
Mientras su carrera como juvenil llegaba a su fin, Vélez le dio la oportunidad de jugar en Primera, donde fue campeona, y al mismo tiempo empezó a estudiar el Profesorado de Educación Física, y en su tercer año, ya daba clases de básquet. ‘’Desde chica sabía que iba a ser docente, las profesoras que tuve me marcaron’’, cuenta Reggiardo.
En 2009, con 25 años fue convocada a la selección mayor y llegó a jugar 2 mundiales y dos Juegos Panamericanos, el último en Toronto 2015, donde decidió renunciar tras finalizar el torneo.

-¿Cómo fue tu experiencia cuando renunciaste al seleccionado?
En la gira previa a los Panamericanos, viajábamos a Puerto Rico y yo tenía una pequeña contractura en el psoas, le conté al médico y me dijo que descanse. En el entrenamiento de la mañana empecé a trabajar con el kinesiólogo y el entrenador se enojó, y me llama para hablar al final del entrenamiento. Ahí me dijo que estaba desafectada del equipo pero que no me iba a encontrar reemplazo y me pidió que me quede concentrando. Me puse a llorar de la impotencia, sobre todo por una molestia muscular menor.
Cuando voy a almorzar le cuento a mis compañeras y no lo podían creer, yo estaba haciendo terapia por teléfono y en el horario de entrenamiento de la tarde el entrenador me dice que me olvidara de lo que pasó anteriormente y que iba a viajar. Ahí medité conmigo, era el mejor torneo que iba a jugar, y era probable que no fuera a jugar, pero no iba a dejar al equipo con una menos y decidí ir. En dos partidos jugué un minuto y medio y dos minutos, y en el último, ya sin chances de clasificar me ponen de titular. Ilógico.
Al final del torneo, ya tenía pensado renunciar con una carta formal pero no aguanté y lo hice en la charla de cierre. En aquel momento yo jugaba en España, y como docente, jugadora y entrenadora de básquet sentí que era un menosprecio al deportista. Nos dijo que nos habíamos alimentado mal durante todo el torneo, y a mí que el susto que me dieron me había venido bien porque no había ido más al kinesiólogo.
-¿Qué opinas de los manejos que se hacen en los cuerpos técnicos masculinos con planteles femeninos?
Es importante tener perspectiva de género y ESI, porque eso significa que también te interesa la persona. Así seamos profesionales, hay que entenderlo porque además de un deporte también tiene una vida, y otros problemas. Un ambiente integrado es eso también, amoldar y ayudar al rendimiento y para la vida. Hay muchos casos en los deportes no profesionales donde se genera el abuso de poder, porque todas quieren ser parte, el entrenador lo sabe y usa eso como fuerza de choque.
-¿Sentís que hay una aceptación generalizada en el o la deportista ante determinadas injusticias?
La hay por miedo a que te quiten lo poco que tenés o por miedo a que no te llamen más del seleccionado. Es disciplinamiento, como Estefanía Banini en fútbol femenino. No te escuchan porque no hay gente con formación. Hay un proyecto de ley impulsado desde FeDua para la doble carrera de estudiantes deportistas – deportistas estudiantes, estaría bueno que el Ministerio de Deportes y Educación puedan hacer que se haga realidad.

En su experiencia como jugadora, pasó por Paraguay, Bolivia, Uruguay y España, donde irá en junio a trabajar en los campus de entrenamiento. Mientras tanto, busca competir en el país durante este semestre mientras dicta talleres sobre género y deporte. Además, da su visión sobre el la cuestión de los cuerpos y el acceso en el ámbito deportivo: ‘’Es jodido porque está atravesado por el capacitismo y por la hegemonía de los cuerpos, donde un determinado cuerpo puede practicar una disciplina y otro no’’.
Además, Paula ve al deporte como un agente transformador, pero también excluyente, y dice: ‘’Un atleta no solo tiene que ser fuerte, yo no puedo hacer flexiones de brazos, pero doy un pase que cruza toda la cancha. No solo necesita al más fuerte y a veces no se sabe que se evalúa’’.
Agustín Palmisciano.
