Tres meses después de la construcción del Muro de Berlín nacía Nadia Comaneci. La gimnasta rumana padeció el exilio en primera persona mientras se convertía en una de las deportistas más grandes de la historia. Hace 33 años decidió darle un giro a su vida para empezar desde cero. A continuación, hacemos un repaso de la historia de esta gran gimnasta.
Por: @Martinellilu – @Globalonet.web

Nadia Helena Comaneci nació un 12 de septiembre de 1961 en Onesti, Rumanía. Desde muy pequeña, esta niña de rostro serio y personalidad introvertida, comenzó a amar el deporte que años más tarde la llevaría a quedar en la historia de los Juegos Olímpicos. La gimnasia artística se transformaría en su mejor amiga. Nadia buscaba superarse constantemente con tan corta edad.
Los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 le cambiarían la vida para siempre. Ella solo tenía 14 años. Con Nicolae Ceaușescu al frente de Rumania, los éxitos deportivos eran instrumentalizados como propaganda política. Allí estaba ella, preparada para afrontar su primer Juego Olímpico, representando al país que nadie sabía ubicar en el mapa, a punto de, sin darse cuenta, transformarse en una leyenda del deporte mundial. La fuerza que manejaba en sus brazos no era habitual para una niña de su edad, sin embargo, la joven supo manejar su adrenalina y ansiedad, dominando de principio a fin la presión de participar por primera vez en una competencia como aquella. Cuando su performance terminó, el tablero reflejaba una puntuación de 10, todos los presentes no entendían lo que sucedía.

Nadia había obtenido la mejor calificación de los Juegos Olímpicos de 1976. Nunca antes nadie había podido conseguir lo que ella con tan corta edad. Volvió a su país como toda una estrella, se lo merecía. Llevo alegría a un contexto donde no había mucho por festejar, la situación socioeconómica de Rumania no era buena. Con la frente en alto y con su pecho repleto de medallas doradas colgadas fue recibida por el presidente y su pueblo. Nadia se había convertido en una persona más importante que el propio Ceausescu. Por primera vez Rumanía estaba entre los mejores países de gimnasia artística, junto a Rusia y Estados Unidos.
A pesar de su éxito en ascenso, la deportista, seguía siendo una chica humilde y muy apegada a su familia. Solo recibió por parte del gobierno una suma no tan importante de dinero. Nadia seguía concentrada en mejorar día a día para convertirse en la número uno de la gimnasia artística. Sin embargo, para la gimnasta, se hacía todo más complicado ya que Béla, su entrenador, le exigía cada vez más, volviéndose muy estricto.

Fue así que Nadia, por decisión de Nicolae Ceausescu, cambio de entrenador. Le consiguieron alguien que era mucho más relajado, lo cual le permitió realizar más actividades de niñas de su edad, pero a la vez la perjudicó en su profesionalismo. Se acercaba el Campeonato del Mundo en Estrasburgo en 1978 y Ceausescu había dado la orden para que ella esté presente, por ende, volvió a entrenarse con Béla para lograr recuperar su estilo habitual.
Mientras ella regresaba a sus consagraciones deportivas, las personas en Rumanía se morían de hambre y la vida se volvía cada vez más dura. Comaneci, aun siendo un ícono nacional, tan solo tenía el privilegio de obtener dos porciones más de pan que el resto de la población. Esto generó que se empezará a sentir cautiva en su propio hogar, además de sentirse usada políticamente, decidió con tan solo 23 años retirarse de la gimnasia artística.

Pero de nada sirvió, el gobierno de Ceausescu seguía persiguiéndola, fue por eso que tomó la iniciativa de fugarse de su país sin avisarles a sus padres. Se fue a Austria donde en la embajada estadounidense solicitó un vuelo hacia Estados Unidos. Nadia estaba a punto de empezar a disfrutar de su libertad, lo cual sería una muy mala noticia para el gobierno rumano.
A fines del año 1989 se produce la revolución rumana terminando con el régimen comunista y de igual manera comenzaba la nueva vida de Nadia Comaneci, una de la cual estaría orgullosa hasta el día de hoy.
Lucía Martinelli.
