La yeta

A veces con jugar bien no alcanza. Es sabido que hay equipos que ganan por algo que va más allá del juego. No es lo único, obvio, hay que jugar también. Pero se puede decir, sin por esto ser tachado de mentiroso, que hay alguna ayuda externa. Algunos equipos latinoamericanos podrán hacer uso de la altura. Otros le sacaran ventaja al calor. No olvidemos lo que dijo una vez Pelé: «Jugué en todos los estadios del mundo y jamás sentí un terremoto cuando un equipo sale al campo como en La Bombonera». El clima, la gente, la cancha, la suerte. Todo es una ayuda, aunque sea un poco. El problema es cuando lo externo es todo, o casi todo, lo que tenés. Así fue el caso de la Asociación Deportiva y Maternal San Vicente Senior de Río Negro. Fundado en 1934,fue un equipo de peso en la liga de su provincia y tuvo una larga historia más ligada a los usos de la suerte que a su juego. A San Vicente Senior los apodaban “El gato negro”. Y no por su amor a los felinos o por una relación cercana con equipos rosarinos. El San Vicente Seniors fue el pionero y mayor cultor del llamado “fútbol yeta”.

Por: @Ezequiel.Olasagasti@Globalonet.web


Casi desde su fundación, los “vicentinos” han sido los más cabuleros del fútbol argentino. Y algunos dicen, que latinoamericano también. Pero claro, de suerte sola no puede vivir un equipo, y el club siempre habitó la mitad de tabla de la liga rionegrina. Su mejor momento histórico fue a finales de los `70 y principios de los `80 de la mano de Alfonso Chetori. Este fue un utilero que se convirtió en la peor amenaza para los rivales del San Vicente Seniors. Alfonso ya tenía fama de “mufa” en el pueblo, pero sus verdaderos talentos de yeta se descubrieron en el partido que el club disputó contra el Deportivo Gas y Petróleo, para ganar un lugar en el reducido de ese año. A cada jugador contrario que Chetori saludó durante el encuentro, le pasó algo durante el partido. El central se lesionó, al enganche le sacaron una roja dudosa y el extremo derecho tuvo que salir corriendo de la cancha cuando la voz del estadio informó que le estaban remolcando el auto. Ese partido terminó 3 a 0 en favor del San Vicente, y marcó el inicio de la leyenda de Adolfo Chetori en el club. Ganaron el reducido de ese año y, de la mano mufante de Chetori, lograron el ascenso a la Primera B Nacional. Allí se mantuvieron una temporada con más empates que victorias, hasta que Chetori fue llamado de Buenos Aires. El doctor Bilardo había oído hablar de él y le pidió a Estudiantes de La Plata que le ofrezca un puesto como utilero del club. El San Vicente Senior perdió todos los encuentros que le siguieron a la partida de Adolfo Chetori. En menos de dos años, ya estaba de nuevo jugando el Torneo Regional Rionegrino.

Durante años, los “gatos negros” movieron las inferiores del club buscando al sucesor de su querido amuleto. Pero nunca pudieron encontrar a alguien que fuera capaz de mufar de la misma manera. Hace algunos años, esta historia de necesidad del club se cruzó con la de otro hombre con un entuerto similar. Tenía unos treinta y pico de años y hablaba con un portuñol bastante entendible. Un día apareció frente a las puertas del club postulándose para el puesto de yeta oficial del San Vicente Seniors.

-Eu soy el filho de Adolfo- dijo el hombre.

La dirigencia se debatió entre la emoción y el escepticismo. Nadie tenía la certeza de que Chetori haya tenido hijos. El hombre se presentó como Milton Ferreira. Explicó que llevaba el apellido de su mamá porque su padre los había abandonado antes de que él naciera.

-Eu sempre supe la historia de mi padre. Sé sobre sua don. Eu creo tengo el mismo talento.

La dirigencia del club aceptó contratar al hombre. No tenían mucho que perder. Nadie sabía nada sobre lo que había pasado con Chetori. La única historia más o menos oficial sobre él que había llegado al pueblo era que, después de perder el puesto en Estudiantes ante un tal Quiricocho, pasó de club en club y de provincia en provincia hasta terminar en Brasil. Algunos decían que trabajó como el amuleto de algunos clubes del Amazonas, hasta que terminó siendo usado en un ritual de magia negra para ganar el Brasileirao.

Milton Ferreira siempre fue un enfermo fanático del fútbol, como todo brasilero. Sin embargo, tuvo la mala estrella de nacer sin talento para jugarlo. Y eso, en la favela, puede ser un impedimento para adaptarte. Al cumplir los veinte años, supo que nunca jugaría profesionalmente. Pero se desempeño como canchero, utilero y masajista de distintos clubes de las regiones de Manaos. Cuando conoció la historia de su padre, creyó entender cuál era su destino, cuál era su función en el fútbol. Él debía ser el yeta más grande del fútbol mundial.

Y así llegó a las puertas del San Vicente Senior. Con unas tres o cuatro fotos de Adolfo como única prueba de su linaje. Sus primeros partidos en el club fueron intrascendentes. Saludó a los contrarios, pero estos no sufrieron ni un calambre. Incapaz de transmitir infortunio a los rivales el partido se decidió por la habilidad. El San Vicente perdió ese y los encuentros que le siguieron. La hinchada, que en un principio se entusiasmó pensando que el brasilero podría ser el sucesor de Chetori, ya comenzaba a mirarlo de reojo. Milton entendió que, a veces, el talento de las personas no es natural. Que son pocos los prodigios que nacen con eso. Obviamente, su padre Adolfo era un tocado por la varita y él no. Pero no se desanimó, pensó que la yeta, si no le venía innata, podría conseguirla entrenando.

Al otro día, Milton se presentó a la practica con el pelo teñido de rojo y con una remera con la cara de Menem que decía: “Sí a la re, re elección”. Cantaba a viva voz el tema “god gave everiting” de Mick Jagger que sonaba en los auriculares de su discman. Durante toda la práctica se dedicó a gritar “gol” antes que la pelota entre. Casi todas entraron igual, pero algunos tiros en los palos le devolvieron la esperanza. Entrenó duro su yeta toda la semana. Sin embargo, volvió a tener nula injerencia en el partido que el San Vicente perdió ese fin de semana contra el Cordero Patagónico club por 2 a 1. Ferreira intensificó su entrenamiento. Recorrió la ciudad deseándole suerte a los alumnos que se preparaban para rendir exámenes, pasaba por debajo de cada escalera que encontraba y adoptó un gato negro que bautizó Tormenta. Sin embargo, el San Vicente siguió perdiendo cada fecha sin que pase nada en la cancha fuera de los goles lícitos y por demás comunes de los contrarios.

Ferreira fue citado a una reunión el día posterior a que el San Vicente rescatara un empate sin goles de local. Entró con la mirada en alto al buffet del club. Llevaba varios diarios de la región marcados con resaltador. Habló antes de que siquiera pudieran ofrecerle un café.

-Aquí el problema no so eu. La ieta eu la traigo, pasa que no en el momento. – gritó Ferreira.

Le entregó un diario a cada uno de los integrantes de la junta directiva y les dijo:

-Como pode ve bose. Cada uno de lo artículos son prueba de lo que eu hishe en los rivais. El diario “Mariscal del sur” informa como se lesionaron los cuatro defensores del General Chantoza de Gutiérrez unas ferias despois que jugaron contra nostro. En el diario “Crónicas fueguinas” pueden leer como el DT del Cordero Patagónico fuchibol club fue detenido por levantar quiniela clandestina en la casa de sua abuela.

Le arrebató uno de los diarios a Don Antonio, el tesorero, y señalándolo gritó.

-Mira cara, esto es de hoy temprano. Salió en el Heraldo Andino. Dice que el delantero estrela del Cacique Renegado fuchibol club está desaparecido luego de que fuera intimado por la AFIP por deber zinco cuotas del monotributo. Esto pasó unas horas después de que jogara contra nosotros. ¡Oh sorpresa!, el único jogador rivail al que pude decir algo y darle la mano.

Los miembros de la comisión lo escuchaban mientras pasaban las hojas y hacían sonar el fondo de sus mates.

Como ven. Mi labor de ieta se cumple. Tal vez no en el momento, pero se cumple.- terminó de explicar Ferreira.

Milton Ferreira entró a tribuna visitante del estadio “Domo Rionegrino” donde hacía de local el San Vicente Seniors. Vestía de civil: una camisa clara y pantalón de jean. No llevaba remera de Menen, ni cadenas de Racing. Tenía el pelo de su castaño oscuro natural. Estaba ahí para ver el último partido de su ex club. Iba a ver si el San Vicente perdía la categoría contra el Club Deportivo Paleadores de Carbón. Había pasado un mes desde su despido. Fue en la misma reunión donde intentó demostrar sus habilidades para transmitir energía oscura. “Para que mierda nos sirve un yeta con efecto retardado”, recuerda que le gritó el presidente del club antes de pedirle que se vaya.

A los cinco minutos del encuentro empezó a desear que el San Vicente perdiera, lo deseó con intensidad. Miraba a la cancha como si pudiera enviarle la mala onda con los ojos. A mitad del partido llegó el primer gol de los “gatos negros”. Desborde por derecha y centro para el nueve. Un gol común, sin suerte de por medio. Sin error del arquero.

Arrancó el segundo tiempo y Ferreira comenzó a rogar al cielo que el San Vicente pierda. A los diez minutos hubo un agarrón en el área y el árbitro pitó penal para los vicentinos. Ferreira hizo cuernitos mientras decía el nombre de su padre. El disparo del volante central, Carlos Bustos, entró pegada al palo derecho. El marcador se puso 2 a 0 y se mantuvo así hasta el final del encuentro. Un partido sin sobresaltos, sin expulsados, sin lesiones, sin errores. Un partido normal.

Ferreira se fue de la cancha devastado. Cayó en la cuenta de que no era un yeta. Peor, se sintió como que no era nada en realidad. Un nada, un nadie. Como mucho, un medio mufa con efecto retardado. A los pocos días se fue del pueblo. Dicen que ahora labura en el INDEC, que está casado y le gusta la pesca deportiva. Y que nunca se enteró que, dos días después de dejar el pueblo, la Federación Regional de Fútbol Rionegrina le sacó los puntos al San Vicente de ese último partido que vio ya que estos habían anotado ilegalmente a dos marineros chinos que se escapaban de Prefectura por pesca ilegal de centolla.

Ezequiel Olasagasti.