El fútbol con pies de barro

En medio de una crisis institucional y deportiva, dos de los clubes grandes de Argentina -San Lorenzo e Independiente-, naufragan en la tabla de posiciones del campeonato. Mientras Boca no consigue un día de paz, Racing y River tienen una estabilidad que pende del hilo mediático. El fútbol argentino, entre el VAR, y el ascenso cada día más golpeado, deja todos los días a los hinchas en primera línea de combate.

Por: @Agustinpalmis@Globalonet.web

El escritor y periodista Martín Caparrós, describe en su libro Boquita, el placer de ver un partido de fútbol y agrega que si bien es algo intrascendente e improductivo eso mismo es lo mágico de aquel evento. Lógicamente el título de aquel trabajo dice de qué va a hablar, pero hay un denominador común: el ser de un equipo.

El club brinda, por lo menos en Argentina, un sentido de pertenencia que genera camaradería, alegría, tristeza y otros sentimientos a partir de un resultado. En la actualidad, la merma del nivel del fútbol local junto a décadas de una economía en permanente crisis, cercena la calidad de los planteles y también de sus dirigencias. En pocas palabras se emparejó hacia abajo. Hoy, clubes como Barracas, Riestra, Defensa y Justicia y otros tantos con gerenciadores que inyectan dinero y aportan jugadores, son vistos con desconfianza por el público debido a fallos discutidos de los árbitros, ascensos maratónicos, entre otras. 

Luciano Leguizamón en su paso por Independiente en 2014 jugó apenas 16 partidos y anotó un solo gol. En aquella etapa, el presidente del rojo era Javier Cantero, quien había llegado a la institución con su promesa de desterrar a las barras, o tan solo a la de Bebote Álvarez. Finalmente, la disputa dejó a los barras en su lugar y al rey de copas en la segunda categoría. Ante los malos resultados, Cantero consultó al entonces presidente de la AFA, Julio Grondona por algún plan de salvataje, pero éste le dio la espalda y ahí apareció Moyano. Mientras tanto, Leguizamón acusó al club de deberle $2,3 millones y le embargó las copas.

Así llegó el líder de camioneros al club, en julio del 2014, Hugo Moyano se convirtió en presidente de Independiente tras acordar la salida de Cantero. En principio el club ordenó sus cuentas, terminó el estadio y llegó la Sudamericana de 2017. Luego todo se vino abajo. Martín Campaña, ex arquero del club y querido por sus hinchas terminó su paso por Independiente con un juicio por incumplimiento contractual y luego de un arreglo, el club se comprometió a pagarle la deuda con pagos mensuales de USD20 mil. Solo pagó los dos primeros meses.

En medio del pedido de los socios e hinchas por permitir las elecciones, Gonzalo Verón, quien apenas jugó 11 partidos en el rojo, le ganó un juicio por USD4,8 millones y al club le embargaron los derechos televisivos y no podrá cobrar ese dinero hasta no cubrir el pago de la deuda.

Mientras se esperan las elecciones, los hinchas cantan en contra de Moyano, piden elecciones y la urgente salida del líder sindical de camioneros. Desde la televisión y los estadios se ve el cordón de barras que cruzan el estadio para controlar que nadie cante en contra del presidente, pero sin éxito. Los hinchas se cansaron, enfrentan a los barras en la cancha y resisten el avance represivo de la policía en la sede de Avenida Mitre.

Algo parecido ocurre en San Lorenzo bajo un modus operandi similar. Tinelli llegó al club, ganó la Libertadores en 2014, se recuperaron los terrenos de Boedo y luego todo se vino abajo. Deudas, contratos impagables y jugadores que buscan ser vendidos incluso antes que lleguen a ser ofertarlos.

Al fútbol argentino parece “agradarle” estos manejos, y mientras tanto los hinchas quedan en el medio. Van a las sedes, a los estadios y hablan con sus amigos y amigas sobre las diferentes situaciones desesperantes que viven sus equipos. Desde la televisión se habla de los cambios de Gallardo o el rumbo que no encuentra Boca en el campo de juego. Si Gallardo se va o si la gestión Angelici puede recuperar el trono del Xeneize.

En otras categorías la situación es aún peor. Planteles donde solo la mitad perciben sueldos por debajo del salario mínimo ($45.540), arreglos de partidos y asesinatos de hinchas y jugadores. Lo único que sostiene al fútbol es el cariño de aquella persona que dice “Soy de” porque pertenecer es en las buenas y en las malas.

Agustín Palmisciano.