La despedida de los ídolos

En medio de una semana donde los cuatro grandes estuvieron en la definición del torneo, San Lorenzo despidió a dos de sus figuras: Néstor Ortigoza y Sebastián Torrico.

Por: @Schooale@Globalonet.web


“Si llegamos rápido al centro te doy propina. Despedimos a Torrico y a Ortigoza”, le dije al taxista. Estábamos en Pilar, hace unos minutos había terminado de jugar un partido con mi equipo de fútbol de los sábados, y San Lorenzo jugaba contra Aldosivi por la última fecha del torneo. “Ahora la carretera está liviana, vamos a llegar a las tres y dieciséis”, respondió el conductor de tonada extranjera, y tal como prometió, estuve en la puerta de casa en ese horario. Subí corriendo, dejé la mochila en el sillón, saqué los botines y los tiré al piso, después las medias y la cincha que uso en la rodilla por una tendinitis rotuliana. Agarré billetera y celular para apoyarlos en otro lado, en la mesada. Me saqué rápido la ropa de futbolista amateur y me convertí en el que está del otro lado del alambrado. El ritual de los bolsillos es el de siempre, llaves y celular en el derecho y billetera en el izquierdo. Así salí de mi casa, y cuando miré el carnet de socio se me infló el pecho de orgullo.

Eran las tres y cuarenta de la tarde, a las cuatro y media empezaba el partido y esperaba el bondi desde hacía diez minutos. Desde la avenida Pueyrredón no había novedades del 101. Y mientras hacía cálculos de cuánta plata tenía en la billetera para tomarme otra vez un taxi apareció un tipo desde un auto y en un grito me pregunta: “¿Vas a la cancha?”. Lo miré y afirmé. “Vení conmigo, yo también voy”, me dijo. Justo venían dos hinchas más a la parada del bondi, un padre junto a su hijo, y este señor también los invitó a subir al auto para ir a la cancha. Nos subimos los tres, agradecimos el gesto y enseguida empezó a sacar chapa de cuán fanático de San Lorenzo era: vitalicio, socio refundador y no se perdía nunca un partido de local. “Como voy sólo a la cancha siempre hago lo mismo: voy levantando gente. Los cuervos somos así. Si sos hincha de San Lorenzo ya está, sos como mi hermano”, dijo.

Llegamos a las cuatro y cuarto y nos dejó en el estacionamiento de la cancha. Mi lugar estaba en la ex popular visitante, y tras caminar unos metros ingresé por el estacionamiento junto a todo el ritual típico: escaleras, subir, esperar, esquivar y llegar. A mi lado había varios pibes con máscaras del gordo Ortigoza. Y por la cantidad de gente parecía un clásico o una definición de campeonato, los cuatro costados del Pedro Bidegain estaban completos. Los cuervos querían despedir a sus ídolos. “Gracias Sebastián Torrico por tantas alegrías”, rezaba una bandera grande en la platea sur. No había llevado los anteojos y me costó un poco leerla. Antes de que empiece el partido se me pasaban varias cosas por la cabeza. Se terminaba un torneo en levantada para San Lorenzo y la última fecha no era una más, nos jugábamos la clasificación a la Sudamericana y además se despedían Torri y el Gordo. Uno, el mejor arquero de la historia del club. El otro, un cinco de juego que supo armar una de las mejores duplas en la mitad de la cancha y que hasta hoy se repite como un mantra: Ortigoza – Mercier.

Uno, gran atajador de penales y muy seguro debajo de los tres palos. El otro, gran convertidor de penales y distribuidor de pelota. ¿Pero quién mejor para definirlos que su propia gente?: “Ortigoza – Torrico, los amo más que a mi marido”, “Árbitro, no termines el partido porque se me parte el corazón. Gracias Torri y gordo”, “Torri sos mi ídolo, te voy a extrañar”, rezaban algunos carteles que los hinchas les habían preparado.

Desde la entrada en calor empezó a bajar de las tribunas el apoyo para ambos ídolos y también explotó después. Y si tengo que morir / solo te pido un favor / yo quiero que sea así con la banda del Ciclón, coreabamos al unísono las cincuenta mil personas del estadio, y al mismo tiempo se empezó a corear el nombre de los jugadores que llevaron a lo más alto de la gloria al club: “Toriiiiico, Torriiiiico, Torriiiiico…” y “Olé, olé, olé, Gordo, Gordo”. Y desde el primer minuto el equipo demostró que querían hacerle honor a la despedida de los dos y dominó todo el partido. El rival, ya descendido, no pudo hacer mucho contra el juego de San Lorenzo. Torrico, con sus 42 años, tuvo buenas intervenciones y hasta se animó, ante un pase atrás de Federico Gattoni, a amagar al delantero del equipo rival y tirarle un enganche para que siga de largo. Ortigoza jugó el segundo tiempo y pudo dar algunas demostraciones de su elegancia con la pelota en los pies.

El partido terminó 3 a 0 a favor nuestro y la victoria junto a la despedida se le sumó la clasificación a la Copa Sudamericana del año que viene. Al salir de la cancha, Marcos de Ferrari, amigo y cuervo, aseguraba: “Para una persona de 30 años como yo, tanto Torri como Orti representan parte de la columna vertebral que nos llevó a ganar el título más importante de nuestra historia en 2014. Siempre demostraron muchísimo compromiso con el club”. Cuando terminó el partido el campo de juego se convirtió en un terreno de despedida y homenaje. Nadie se movió de las tribunas, la gente quería escuchar las últimas palabras de los dos como jugadores del club y despedirlos por lo que fueron. Habló el manager del club, Matías Caruzzo, quien también fue compañero de ellos en su etapa de futbolista. También se sumaron Federico Gattoni y Nicolás Blandi. Todos les dieron las gracias por haber aprendido de ellos a respetar y querer a San Lorenzo.  Y después hablaron ellos. “Siento que San Lorenzo es mi casa y mi familia. Hoy cierro mi etapa de futbolista, pero voy a devolver todo el amor de otra manera”, dijo Sebastián Torrico. “Estoy pasando uno de los momentos más importantes de mi carrera. No me voy a olvidar de ustedes en mi vida. Los quiero a todos, muchas gracias”, dijo Néstor Ortigoza. “Nosotros te amamos”, gritó un hincha con la voz quebrada unos metros arriba mío en la tribuna.

“Ortigoza tomó las riendas del equipo cuando vino y pateó el penal con Instituto, el más difícil en la historia de San Lorenzo. Podríamos habernos ido a la B. Y bueno, la pelota increíble que le ataja Torrico a Agustín Allione de Vélez en el torneo que ganamos en el 2013 fue más que nada un punto de partida para poder clasificar a la copa y después todo lo que pasó: ganar el campeonato más ansiado por los hinchas, la Copa Libertadores”, me recordó mi amigo Ignacio Fredenhagen al terminar el partido.

El 12 y el 20. Unos guantes y un penal. Unas manos milagrosas y un gol. Dos goles. ¿Qué pasaba si errábamos el penal con Instituto en el 2012? ¿Qué pasaba si entraba esa pelota de Allione en Vélez en el 2013? ¿Qué pasaba si el gordo no metía el penal contra Nacional de Paraguay el 13 de agosto de 2014? Pero nada de eso pasó. El Gordo metió el penal con Instituto en la Promoción del 2012, el Cóndor atajó el pelotazo de Allione adentro del área y el Gordo volvió a patear y meter otro penal definitorio en la final de la Copa Libertadores del 2014. Y por eso, y muchas cosas más que nos guardamos en la memoria los hinchas, Sebastián Torrico y Néstor Ortigoza forman parte de la historia grande de San Lorenzo.

Alejandro Schoo.