El gaucho Power

Qatar sirve como revancha de Rusia 2018, cuando los cuatro semifinalistas fueron europeos. Desde Mar Del Plata viví la emoción del seleccionado nacional frente a Países Bajos y la eliminación de Brasil. Lionel Messi y la Argentina apuntada desde Europa, donde la moral debe ser como ellos mandan.

Por: @Agustinpalmis@Globalonet.web


Escribir en primera persona es una tarea compleja en el periodismo, y ante todo, le pido disculpas al lector si esta publicación no tiene la cadencia con la que habitualmente intento escribir. Esta vez no. El partido fue el viernes, y todavía se percibe que seguimos ahí, en la tarde que empezó con la eliminación de Brasil y que siguió con la alegría absoluta y futbolera de todo un país, que por un rato, se olvida de las complejidades cotidianas para pensar en Croacia.

El fin de semana largo mi novia y yo viajamos a Mar del Plata con un único objetivo: desconectarnos. Tras un viaje pésimo, donde demoramos mucho más de la cuenta en llegar, decidimos salir a caminar por la rambla de La Feliz. Faltaban 24 horas para el partido, pero ya lo palpitábamos. En medio del paseo en la ciudad donde nació Dibu Martínez nos pusimos a charlar sobre como somos los argentinos, y trazamos un paralelismo con el pueblo carioca, y dije: “Nosotros somos tango. Necesitamos la tragedia para después ser mejores”, y ella agregó: “Ellos tienen samba. Siempre están contentos”.

La conversación siguió su curso a la par de nuestro andar entre mate y paradas técnicas para sacar alguna foto, cambiar la yerba o tomar algo en un bar frente al mar. El tiempo transcurría y empezamos a hablar de la selección, si De Paul y Di María estaban bien, de como será jugar contra Países Bajos (u Holanda, como el lector prefiera llamarlo), y que si todo sale como esperamos, el próximo rival podría ser Brasil: “mesura”, me repito como un mantra.

Ya de noche, antes de ir a comer, nos reímos del stream de Agüero con Messi, De Paul y Papu Gómez. Nos gustó ese video porque denota la simpleza de tipos que juzgamos inalcanzables, exitosos y millonarios. En medio de eso, pensamos que si De Paul estuviese lesionado como decían, no se mostraría distendido como se lo ve. Por suerte su cuerpo le permitió dejar todo en la cancha durante gran parte del partido.

Finalmente llegó el viernes. Como dice Sacheri en Me van a tener que disculpar, el día empezó, en apariencia, como tantos otros. Pero no era un día más, se venía algo tremendo. En la playa, el sol quemaba y el mar estaba frío. En la dicotomía de quedarnos en la arena o cerca del agua, dejamos pasar las primeras horas de la mañana, y pasado el mediodía decidimos almorzar.

En la televisión Brasil atacaba y Croacia aguantaba con su muralla defensiva. Ya era el tiempo extra, quedaba poco y seguía 0 a 0 pero el gol se sentía, estaba al caer, y llega. Neymar hace una pared perfecta, acomoda el cuerpo frente al defensor que va con más ímpetu que con método, y el 10 carioca lo pasa. El arquero le sale, y amaga como sólo saben hacerlo ellos, y en la misma baldosa decide definir fuerte porque sabe, -así son los cracks- que el defensor que quiso desacomodarlo intentará otra vez que no marque, pero no lo logra, se tira abajo y la pelota va arriba. Es gol de Brasil: 1 a 0. Quedan pocos minutos, el resultado parece inamovible. Nos frustramos un poco, pero el fútbol es como la vida, no hay que dar nada por hecho. Aparece Modric que, como dijo Juan en el grupo de Whatsapp de mis amigos y colegas: “siempre tiene un tiempo más”, y llegó el empate, centro y gol de Bruno Petković: 1 a 1. Luego, la arremetida final brasileña se topó una y otra vez con el arquero y los defensores croatas que sacaron todo. Llegan los penales, y el resto es historia. La alegría es total. Por largos minutos Mar del Plata se parece a Zagreb.

El partido terminó pasadas las 15, fueron tres horas y solamente vimos el alargue en aquella mesa del buffet del balneario El Carmen. Decidimos quedarnos sentados en esos lugares, no tanto por cábala o comodidad, estábamos sentados afuera y un vidrio nos separaba de la tele. Adentro, las mesas ya estaban ocupadas, y en ellas había vino, agua, cervezas, café y mate. Todo tipo de infusiones que marcaban la ansiedad por lo que dejó Brasil y Croacia y por lo que se venía en breve: la salida a la cancha de la selección.

Muchachos, ahora nos volvimo’ a ilusionar / quiero ganar la tercera / quiero ser campeón mundial, cantaban en el buffet ya repleto. Empieza el partido, y a los pocos minutos Messi lo destraba con un pase imposible a Molina que define bien y marca el gol. En esa asistencia me acuerdo de Román y de Diego. Qué suerte, Lío es nuestro. 1 a 0 arriba. El equipo está bien parado, Otamendi líder, Lisandro y Cuti seguros como siempre, el Huevo una máquina, Molina, el más resistido de los titulares demostró la equivocación de sus detractores. De Paul, Mac Allister y Enzo Fernández marcaban, jugaban y enloquecían a los 5 volantes neerlandeses. Adelante, Messi y Julián, presión, precisión y juego. En el arco el Dibu se preparaba para su consagración.

El cielo se nublaba, avisaba que se venía una de esas tormentas de verano. Luego de una corrida fenomenal del Huevo Acuña le hacen falta en el área y el árbitro cobra penal. Patea Messi, convierte e iguala en 10 el récord de Batistuta como máximo goleador argentino en los mundiales. 2 a 0. Lionel trota hacia el banco donde está Van Gaal, se para y le hace el Topo Gigio al entrenador que le negó la consagración en Barcelona a Juan Román Riquelme. En la adversidad se agranda / y aunque no es de presumir / Sabe que lleva el coraje en sus andas / así, sí sí sí, reza la canción de la banda uruguaya el Cuarteto de Nos. Y cabe, porque en la previa, el entrenador de mayor edad de Qatar 2022 dijo que el 10 argentino no corre y que, en caso de llegar a los penales, Países Bajos iba a ganar. Y ahí va Lionel, se para rente a él y posa las manos en sus orejas, Edgar Davids lo mira a través de sus lentes de sol en medio de la noche de Qatar.

Mientras las nubes amenazaban, en el buffet seguían los cantos y las arengas. De a poco, empezaban los insultos al árbitro español Mateu Lahoz porque todas las chiquitas eran a favor de los europeos, y con amarilla para los nuestros, ocho en total. Ahí llegó el descuento, y con él la lluvia, y luego el empate en el minuto 11 de los diez adicionados. Mi novia, los presentes, y yo, atónitos. Íbamos al alargue. Se iba la tormenta y llegaba la pesadilla.

En total se jugaron 137 minutos, 2 horas y 17 minutos sin contar entretiempo y los penales. Una locura. En medio de la tensión, mi novia y yo coincidimos en que el equipo no iba a perder, no había manera. Quedar eliminados era demasiado para un partido que en todo momento fue nuestro. El seleccionado de Scaloni transmite seguridad, aunque en ciertos momentos se pierde y lo paga caro. Arabia Saudita nos hizo 2 en 6 minutos, con Australia la desgracia de un gol en contra y casi el empate en la última, pero Dibu estuvo ahí. Luego los dos goles del gigante desconocido Wout Weghorst, a quien luego conocimos y bautizamos a través de Messi como ‘El bobo’.

Al momento del segundo gol neerlandés, la gente daba por hecho que se perdía, y muchos se fueron: “Ahora vamos a ganar. Sobre todo, para todos estos que dicen que ya quedamos afuera”, le digo. Ella tenía fe y yo también. Somos tango, hay que sufrir para llegar a la felicidad. Unos minutos antes del final del segundo suplementario, nos miramos con incredulidad tras un tiro en el palo y dos rebotes que se van apenas afuera. Di María, que entra y cambia todo, casi hace uno olímpico. Pero nada era gol, no podía ser, ¿Qué más hay que hacer para ganar? Sufrir.

Llegaron los penales, el Dibu se convirtió en héroe. Otra vez un arquero, en un mundial y contra el mismo rival. Martínez, nacido en Mar Del Plata, se probó en Boca y en River y no quedó. Independiente le abrió las puertas y Europa más tarde, pero nunca llegaba su chance de demostrarlo con minutos de titular y casi deja el fútbol. La terapia lo salvó, y él a todos. Mientras tanto, los jugadores de ambos seleccionados se peleaban. Aunque para un sector de la prensa europea, y de alguna nota en medios locales de renombre, lo vulgar es solo argentino. Es decir, sudaca. Luego del penal de Lautaro, donde la Argentina se convertía en semifinalista, Messi corrió en dirección al arquero para abrazarlo.

Argentina se impuso, avanzó a semifinales y espera por Croacia. En el buffet la gente gritaba y se abrazaba. Mi novia y yo también, y los que se habían ido volvieron. Todo era felicidad, y las bocinas empezaron a sonar, parecía que no terminarían de hacerlo nunca.

Cuando siente que hay desprecio / En la mirada de algún necio / Él no le presta interés / porque sabe bien quien es, continúa la canción del Cuarteto, y aunque Messi esta vez sí les prestó atención a las palabras en su contra, tomó el guante y lo devolvió con carácter, pero sobre todo con fútbol. Está en uno de sus mejores torneos. Rápido de cabeza y de piernas.

Mientras tanto, algunos medios europeos criticaron al 10 argentino. Quizás porque sienten que son los dueños de la moral y la ética, y que ellos marcan como deben ser las cosas y omiten sus propias fallas. Les molestó que un grupo de sudamericanos les muestre la cara la derrota, porque es suya. Tal vez, sienten que siempre fueron los dueños del triunfo y que no puede, ni debe, ser al revés. Tiene que ser como en Rusia 2018, donde los cuatro semifinalistas fueron de Europa. Desde la UEFA los convierten en figuras, los pagan millones en sus clubes, contratan asesores de imagen y les dicen como deben declarar y vestirse. Pero ante la primera que no les gusta se encargarán de recordarles que son latinoamericanos.

En Qatar, por primera vez en la historia un seleccionado africano llega a semifinal: Marruecos, que cuenta con 14 jugadores nacidos en Europa y que decidieron honrar a sus padres y defender los colores marroquíes. Del otro lado Argentina, y los finalistas de hace 4 años atrás: Francia y Croacia.

Antes de terminar, vuelvo a escuchar la canción Gaucho Power. Pienso en el perfil bajo de un cuerpo técnico repleto de figuras: Ayala, Samuel y Aimar. Luego, repaso la unión de los jugadores y la reacción en conjunto, donde todos se mueven en bloque y persiguen un mismo objetivo. Del otro lado de los auriculares, la voz de Roberto Musso dice: Y la tierra que más ama / Es la tierra que lo vio nacer / Cuando le toca sufrir / Su valor lo hace crecer / Contagia ese poder. Eso es esta selección.

Unas horas después del partido, volvemos al departamento donde nos alojamos y pasamos por un monumento en la rambla, mi novia me dice que le gusta la frase que lleva escrita: “Que el hombre sepa que el hombre puede”, es una frase que dijo Alfredo Barragán, capitán de la Expedición Atlantis, el viaje que llevó adelante junto a 4 argentinos en 1984 desde Tenerife, en las Islas Canarias hasta La Guaira, en Venezuela. Allí demostraron que fue posible la llegada de africanos a América 3.500 años antes que Cristóbal Colón. Una vez más, la historia no siempre es como dicen desde Europa. Me detengo frente a esas palabras, la miro y le digo: “Que el Dibu sepa, que el Dibu puede”.

Agustín Palmisciano.